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"Uno no nace impunemente gallego"

Foto de principios del siglo XX de la casa natal del Nobel gallego.

En su última etapa, Cela regresa a Galicia en las novelas Mazurca para dos muertos (1988), La cruz de San Andrés (1994) y Madera de boj (1999). Dominan estas páginas un lirismo y un surrealismo plagados de símbolos y referencias culturales gallegas que, por otro lado, nunca dejaron de nutrir su obra artística. Esos años logra también ver realizada la ambiciosa idea de una Fundación en el Padrón natal, que lo era también de Macías, Juan Rodríguez y Rosalía de Castro. Allí descansa ahora, como un emigrante retornado al seno de la tierra celta: Uno -afirmaba- Unono nace impunemente gallego

Camilo José Cela, en una imagen de 1965. //FDV

Es en principio la memoria familiar lo que sustenta su deseo de participar en la cultura galega: la infancia, la experiencia periodística del padre, Camilo Cela, en la revista satírica de Foz Guau-Guau (1906); la amistad de este con Antón Vilar Ponte y Antonio Noriega Varela y la relación de la bisabuela María Bertorini con Rosalía de Castro. El primer artículo de Cela (1940) ya se ocupa de Galicia: "Fotografías de la condesa de Pardo Bazán". Le seguirán otros muchos que entran o abordan tangencialmente temas gallegos. También, uno de sus primeros libros de viajes: Del Miño a Bidasoa (1952).

Sin olvidar sus versos gallegos en la revista Papeles de Son Armadans, el idioma propio cobra en estos textos relevancia en medio de la prosa castellana. Para él reivindicó en 1959 un lugar digno en el diccionario de la RAE al reclamar la eliminación del marbete "dialecto" en una de las acepciones de "gallego". En 1971 aún seguía su preocupación filológica, pues trabajaba en un mapa de Galicia con la toponimia auténtica y no la dictada por el "despropósito falazmente pseudocastellanizante" que denunciará en un artículo de Informaciones (1977).

Si consiguió publicar en 1962 su Pascual Duarte en gallego, con traducción de V. Risco y prólogo de Otero Pedrayo tras diez años de gestiones de Paco del Riego, en cambio, tuvo que abandonar en 1960, por falta de suscriptores, la proyectada colección de poesía gallega Juan Rodríguez del Padrón. Fue Celso Emilio Ferreiro el que le hizo llegar, junto a su poemario A porta do mencer, los originales de Caravaneiro da i-alba de Álvaro Cunqueiro, Rúa da i-auga de Ramón González Alegre, Tempo de colleita de Julio Sigüenza, Canle segreda, de Xosé María Álvarez, Salterio de Fingoy de Ricardo Carballo Calero y A noite é longa de Aquilino Iglesia Alvariño. Cela se conformó con publicar en Papeles versos de estos y otros poetas como Manuel María, M. del Carmen Kuckenberg, Uxío Novoneyra o Xosé Neira Vilas. Con ello contribuyó a dar a conocer la poesía gallega en esos años difíciles, junto a la obra crítica de intelectuales con los que compartió una cultura diferenciada: Con vosotros me gustaría tener más contacto - escribe a C. E. Ferreiro en 1960-, pero para ello sería necesaria mi presencia en Galicia y para regresar al país me faltan, por lo menos, siete años. No olvides que soy un emigrante y que, como tal, debo cubrir las etapas previstas de antemano, antes de volver a la tierra en que nací.

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