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NOTICIAS DEL SUBMUNDO

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El pasado lunes, 11 de abril, se celebraba (es un decir) el Día Mundial del Parkinson. Miserias como los recortes en dependencia aparte, se nos ocurren unas cuantas reflexiones especialmente inquietantes en un país de mayoría católica. En la redacción del Submundo surgió un debate interno y nos propusimos que la mayor autoridad católica del mundo, el papa de Roma, mediara en nuestras trifulcas y tribulaciones. Decidimos, pues, escribir en la cuenta de Twitter de Francisco (@Pontifex_es) la siguiente pregunta: "Cuando el Alzheimer y el Parkinson golpean duro, ¿dónde está el alma, @Pontifex_es?". La respuesta obtenida, al final de esta columna.

Si se teclea 'Parkinson e Iglesia' en Google, lo primero que aparece es el caso, aportado en la causa de beatificación de Juan Pablo II, de la monjita francesa Marie Simon-Pierre. Según declaró en rueda de prensa, ella y sus compañeras rezaron durante cuatro años al papa Wojtyla, ya muerto, y el Parkinson que padecía se curó. De entrada, no parece buena idea: Karol padecía Parkinson y no consta que su Jefe le echara una mano. Tampoco parece una idea brillante que la Iglesia emita semejante mensaje. El Parkinson es una enfermedad neurodegenerativa para la que, a día de hoy, no hay curación posible. Como declaraba a la edición francesa de 20 Minutos el neurólogo, también gabacho, Franck Durif, sólo puede tratarse de un mal diagnóstico o de una "simulación consciente o inconsciente por histeria". Que la Iglesia dé falsas esperanzas a sus fieles ya no es sólo una mala idea, sino una buena cabronada.

Revisando el Catecismo de la Iglesia Católica, descubrimos que, a propósito de la Unción de los Enfermos -que es extremaunción cuando vas a espichar-, sólo aparecen lugares comunes que se podrían resumir en uno: jódete y baila, que Nuestro Señor también las pasó canutas. Reconoce algún teólogo que, en algún momento, se pudieron confundir enfermedades mentales con posesiones diabólicas, pero esto no niega la existencia de estas últimas. Nada dicen por ninguna parte -corríjannos si nos equivocamos- de las enfermedades que James Parkinson (a principios del siglo XIX) y Alois Alzheimer (a principios del XX) describieron por primera vez. Calculando porcentajes de incidencia, habría en el mundo varios millones de católicos que las padecen y no hay consuelo para ellos ni sus familias. De hecho, conocemos casos de pérdida de fe en Dios por parte de familiares creyentes cuando el deterioro es salvaje y cruel. Al parecer, inscribir la mezquita de Córdoba a su nombre es más importante para la Iglesia que proporcionar ayuda espiritual.

Ah, ¿que cuál fue la respuesta a nuestra pregunta a Bergoglio en Twitter? No esperábamos que contestara directamente, claro, pero podría haber habido alguna reacción. Bueno, pues no. La respuesta fue muy parecida a la que da Dios en estos casos: el silencio.

@JulianSiniestro

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