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"Los refugiados son el público más agradecido"

Imagen que muestran a Iván Prado en el campo de Idomeni el pasado mes de marzo.

"Alí me trajo cacahuetes; Asrah un bocadillo; Fátima organizó a sus hermanos y montaron una manifestación para que no nos fuéramos de su lado; Mohamed me regaló su sombrero de lana; cuando Lokonuk iba descalzo, para hacer reír Noor me regaló su zapato del número 36 roto...En los caminos llenos de lodo nos abrazaban; en todos lados nos miraban con una sonrisa en los labios y agradecimiento en los ojos..." Este es un extracto de la "Carta de un nómada cirquero de todos los tiempos" escrita por Iván Prado tras actuar para los refugiados del campo de Idomeni..."¿Campo de refugiados? ¡No! Idomeni es un campo de concentración, la Zona Cero de la Humanidad!", se responde a sí mismo este payaso gallego, portavoz del colectivo Pallasos en Rebeldía.

Desde el pasado viernes, Prado se encuentra en Francia, actuando en los campos de Calais y Dunkerke. Antes de trasladarse allí, el cómico solidario habló con FARO, todavía con el recuerdo muy reciente de su experiencia en Idomeni (frontera de Grecia con Macedonia), donde se concentran alrededor de 15.000 refugiados sirios: "Es un lugar inhumano. Quince mil personas han quedado atrapadas y desamparadas en un territorio europeo", denuncia. "Idomeni es un mar de todo y cuando llueve todo se vuelve todavía más dantesco. Las tiendas de campaña flotan como góndolas. Y solo hay diez letrinas para todos los refugiados".

Iván Prado también asegura que en ese campo de refugiados "Europa se ha desenmascarado; ha escrito su acta de defunción que luego ha rubricado con un acuerdo con Turquía".

Pallasos en Rebeldía acudió allí a arrancar sonrisas a los niños. "Van descalzos, no tienen alimentos. Las madres y padres no disponen de ropa para vestir a sus hijos. Allí hay gente que ha perdido los dedos de los pies de tanto caminar y del frío", relata.

Pero incluso donde la esperanza parece que le ha dado la espalda al mundo, la risa brilla como un relámpago. "Claro que los niños y los mayores se alegran cuando llegan los payasos. No tienen nada, pero son el público más agradecido. He actuado en Gaza, con morteros cayendo a 300 metros, y ese público, como el de Idomeni, es el más fraternal".

En los tres días en que estuvieron en el campo de refugiados actuaron "de tienda en tienda", en la gasolinera bajo cuyo techo se cobijan cientos de personas, en los caminos o junto a las vías del tren. También soltaron globos ante la valla que separa Grecia de Macedonia y colgaron sus narizotas de clown de la alambrada.

"No sé si la risa es lo más revolucionario, pero sí es lo más generoso que puedo hacer", confiesa este clown errante que contesta sin titubeos a la pregunta de cómo puede la gente ayudar a los refugiados: "Ir allí, claro está. Pero también dejar de votar a los gobiernos de la Unión Europea, desmantelar esta Europa que es una unión de los poderes macroeconómicos y salir a la calle y exigir que se cree un corredor de seguridad para quienes huyen de las bombas y la miseria".

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