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Sálvese quien pueda

Quiero tener un millón de amigos y así más fuerte...

Quisiera tener un millón de amigos... decía la canción, que se anticipaba a Facebook. // FDV

Estoy entre desolado y feliz, como un bipolar. No por no haber entrado en Twitter nunca, que me da igual, sino porque solo tengo 13 amigos en Facebook. Tuve el otro día la insignificamte ocurrencia de entrar en mi Facebook, por no tener mejor cosa que hacer en aquel café al que llevé mi portátil última generación.Antes, cuando los cafés eran como Dios manda, los escritores o poetas serios llevaban como máximo una pluma para deslizarla sobre las cuartillas según su ingenio pero ahora vamos con el mundo metido en un artilugio estilizado llamado ordenador. El caso es que pensé que yo también tenía derecho a perder el tiempo como millones de internautas y entré a curiosear en ese pozo mágico de Facebook que te lleva de un lado a otro y te quita las ganas de salir, como si fueras una Alicia en el país de las maravillas siguiendo al conejo por su madriguera. No es que tenga una relación periódica o aleatoria con esta red social, es que no la tengo o, si acaso, de pascuas en flores, cuando me da por curiosear e inevitablemente tengo que poner nueva contraseña porque no tengo idea de la anterior.

Si digo la verdad, estoy ahí porque se le ocurró a la cantante y artista de HipHop-Soul y R&B Wöyza (Sofí para los que la queremos) y a su entonces manager, Ani Boado, ingresarme por su cuenta un día que celebraban una de sus reuniones de trabajo en mi casa y yo estaba fuera haciendo la calle.Me montaron el feisbur ese como regalo de cumpleaños porque ellas entendían que eso era un regalo y que un incompetente en Internet como yo nunca podría hacerlo por su cuenta, así que cuando volví a mi keli, que es como llaman a la casa la gente con la que había estado, ellas me taparon los ojos, me llevaron ante el ordenador cantándome cumpleaños feliz. y, cuando me dejaron abrirlos, me vi presidiendo la pantalla del reino de Facebook con una foto mía de un Carnaval en el que fui pregonero, vestido de mago en plan pasen y vean y como sacando un conejo de la chistera: ya había ingresado por abdución en la comunidad mundial de feisburenses, facebukeros o como se les llame a estas gentes de bien caídas en la madriguera mágica de una Alicia in Wonderland.

¿Tenía sentido mi vida con 13 amigos en Facebook, aún menos si descontamos a los de mi familia? ¿Sería yo un sociópata, tendría un trastorno de la personalidad antisocial por no haber escrito nunca en esa red de enganche? ¿Acaso era yo un pobre miserable sin amigos y que,para mayor desprecio de mí mismo, nunca había dado ni un pobre "me gusta"? ¿Será que hay dos mundos y los que andan escasos de amigos reales los buscan virtuales en la red digan o no palabras huecas, pensamientos de quita y pon para andar por casa en zapatillas? Pronto me di cuenta de que era injusto con este magnífico vial internáutico que aplaca tantas soledades, hace sentir protagonistas de algo a los queno tienen ocasión de serlo, sirve de soporte gratuito para hacer publicidad de tu negocio y de oficina de amigos perdidos, es ideal para dar los buenos días y el estado del tiempo y de tu alma, poner muchos "me gusta", pasarse recetas de cocina, quedar para una "mani" o con las amigas sin levantar el teléfono o incluso, en casos muy contados, intercambiar ideas.

Yo,por culpa de Facebook, he perdido muchos amigos mosqueados porque no les acepto como tales en ese aliviadero digital, ya que no imaginan que no opere en el mismo si está ahí mi foto puesta por la hiphopera Sofi. Ni ahí, ni en Twitter, ni en Instagram,ni en Linkedim,ni en Tumbir ni mucho menos en Pinterest.¿Seré un carcamal, un ser extemporáneo? No, no, pienso para consolarme. Solo soy un tipo al que ya le desaborda su trabajo profesional, comunicar la información que recibe en la calle o de los email cotidianos que llenan su buzón, en estos tiempos en que vas a un desfile de moda o a una presentación de cocina y ves a más blogueros que periodistas. En estos tiempos de fronteras informativas, como decía mi colega Borja Bas, entre los que nos definimos como medios de masas profesionales y, sencillamente, cualquier aficionado con acceso a Internet que habla desde su blog. En ese campo de batalla entre todo lo que debemos contar los periodistas y todo lo que cuentan sin filtros en la red, a la buena de Dios a veces. Bueno, pero al menos, adicción a Facebook no tengo. Algo es algo.

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