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BLUES DE LA FRONTERA

Eurovisión, asunto de Estado

Eurovisión, asunto de Estado

Pues resulta que alguien muy cercano a los círculos del poder (¡no, a los de Podemos esta vez no!) se ha tomado muy en serio el festival de Eurovisión y, ante inequívocas señales de alarma nacional, se ha decidido enviar a representarnos en el evento con una canción en inglés. Como era de prever, las reacciones críticas contra esta elección no se han hecho esperar y una de ellas, tal vez la más importante en cuestiones culturales e identitarias, ha sido la del mismísimo director de la Real Academia, nuestro paisano Darío Villanueva ¡Ahí es nada!

Y es que llevamos la friolera de 47 años sin ganar Eurovisión -casi medio siglo, que se dice pronto- desde el "¡Vivo cantando! de Salomé que, para colmo, tuvo que compartir la medalla de oro con otros tres concursantes en un tan salomónico cual surrealista veredicto. Desde la muerte de Franco, pásmense, el bagaje de España en el certamen ha sido de lo más lamentable. Tanto, que hasta que no nos presentamos con Rosa y su "Europe's living a celebration" (todo un amago, porque solo el título y el estribillo eran ingleses, el resto de la letra estaba en castellano) los índices de audiencia televisiva del festival habían caído estrepitosamente. Aquello, claro, tuvo como prolegómeno el fantástico eco mediático obtenido por el concurso "Operación Triunfo" y, desde entonces, y hablamos de 2002, el festival volvió a introducirse en nuestros hogares como en sus mejores tiempos. Rosa no quedó nada bien clasificada, es verdad, sin embargo a partir de aquel momento la llama de la esperanza volvió a prender en nuestros corazones eurovisivos.

Mas no hay nada peor que esperar, año tras año, inútilmente, y es por ello por lo que, hartos de aguardar, de idear todo tipo de ocurrencias, entre las que destacó sobremanera el inolvidable Rodolfo Chikilicuatre y su "Baila el chiki-chiki", ahora los sesudos especialistas han llegado a la conclusión de que, o nos presentamos en inglés, o no tenemos nada que hacer.

Lo malo de esta renuncia a la lengua máter de España es que, de primeras, no nos garantiza nada, porque la mayoría de los países que compiten también lo hacen con canciones en inglés, incluido el Reino Unido, salvo que este año decidan enviar a un cantante escocés interpretando una balada gaélica.

Porque esta filosofía muy a lo Luis Aragonés ("ganar, ganar, ganar y volver a ganar y ganar, etc...) es muy peligrosa. Por lo pronto ya hemos renunciado a un pedazo de nuestra identidad cultural ante Europa entera. Nos hemos vendido miserablemente, vaya, lo cual que para este viaje no hacían falta tamañas alforjas.

Un año antes de Salomé, en 1968, España iba a ser representada por Joan Manuel Serrat con una canción en catalán. Se titulaba "La, la,la!." Por aquel entonces se cargaron a Serrat (sustituido por Massiel) y al idioma original en que fue compuesto el tema. No se hizo por ganar, sino por una razón de Estado, pero el caso es que se ganó. A lo mejor aquella histórica victoria les sirve de pista a los que, el año que viene, tienen que convencer a los países vecinos de que no se voten entre ellos y apuesten por España, fuere en versión catalana, gallega o vasca. Que también siguen siendo España ¿no?

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