Puesto que nuestros líderes políticos no han dado todavía con la fórmula mágica que les permita, aunque solo fuera por unos meses, formar un gobierno más o menos coqueto, la noticia de la semana ha sido la de los titiriteros encarcelados en Madrid por un espectáculo que muy pocos han visto pero del que, eso sí, todo el mundo opina en uno u otro sentido. Y vaya por delante que mostrar una pancarta con el lema "Gora Alka Eta" , así sea en función para niños como para adultos, no es únicamente de mal gusto sino, a estas alturas de la comedia, más bien propio de imbéciles, esto es, de individuos con un número de neuronas por debajo del habitual. Sin embargo,la imbecilidad no está contemplada en el código penal, ni siquiera en la ley antiterrorista. Requiere de terapias de ética y sentido común.
Pero, como diría Pepe Isbert, todo esto tiene una explicación y esa explicación se la voy a dar:
La Crónica Universal del Títere (y el Muñeco), materia imperecedera que me acabo de inventar pero que existe como patrimonio anímico, refleja, entre otras cosas, lo mal que se llevan titiriteros y políticos, y a tal punto han llegado históricamente estas malas relaciones que, mientras los segundos acostumbran a pensar que la palabra titiritero es un insulto, los aludidos, es decir, los titiriteros, cuando quieren ridiculizar a alguno de sus personajes lo nombran con algún cargo público, con lo cual se ganan, o creen haberse ganado, el derecho a acabar con él a escobazos.
Hay, por otra parte, un capítulo de la citada Crónica dedicado también a otro tipo de relaciones: las de los titiriteros con sus títeres, que se amplía a las de los ventrílocuos con sus muñecos y, por extensión, a las de cualquier creador con sus personajes. ¿Acaso no han oído a algún escritor confesar aquello de "¡Es que mi personaje se me ha escapado de las manos!"? Eso también está reflejado en la obra de Pirandello "Seis personajes en busca de autor", pero temo que me estoy desviando del tema...
Las difíciles relaciones entre creador y criatura, decíamos ayer, han dado lugar a todo un subgénero cinematográfico: el de las películas de terror con muñeco. La historia es, casi siempre, la misma: llega un momento en que la criatura se libera y, harta de hacer lo que le ordenan que haga, de decir lo que le mandan que diga, se rebela con estruendo y comienza a delinquir a diestro y siniestro acabando, normalmente, en la catalogación de asesino en serie por la mucha sangre animal vertida.
Claro que tampoco hay que recurrir a extremos y géneros siniestros, también los hay de lo más cómico. En nuestro país, por ejemplo, llevamos varias décadas haciéndonos preguntas como las de dónde acaba Mari Carmen y en qué empieza doña Rogelia, o si será el cuervo Rockefeller el que realmente está detras de los negocios del espectáculo del tal José Luis Moreno.
Por eso lo que yo me pregunto ahora es qué diantres hacen en libertad los personajes del grupo Títeres de Abajo. ¿No ven que se trata de un probable caso de rebelión ante el Amo? ¡A galeras con ellos! Deberían colgarlos del palo mayor del bergantín y ofrecer su carne de trapo y cartón a los tiburones.
