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BLUES DE LA FRONTERA

Jubilado y escribiendo

Jubilado y escribiendo

La afiladísima espada de Hacienda ha afeitado ya las barbas de varios escritores españoles en estado jubilar, entre ellos dos premios Cervantes (Caballero Bonald y Gamoneda), a quienes amenaza con darles a elegir entre cobrar sus pensiones o bien los derechos de autor de sus obras publicadas. Un dilema ante el que, puesto que por los siglos de los siglos en España nadie se ha hecho millonario por escribir, los caídos en desgracia han elegido sin dudarlo: ¡La pensión, la pensión! ¡Hombre, claro!

La esperpéntica ley procede del año 2012, pero es ahora cuando empiezan a salir a la superficie de los ahogados las primeras víctimas, y a fe que algunas de ellas son de lo más notorio cual ya ha quedado expuesto. Han cazado a setentones, octo y nonagenarios en vísperas con los calzones bajados, y es el caso que la mayoría de ellos ya están pensando en guardar en sus cajones las obras que están escribiendo hasta el final de sus vidas, lo cual nos lleva a otro esperpento más: ellos no cobrarán, pero sus herederos sí tendrán derecho a hacerlo.

Y es que a veces la Justicia es taimada donde lo haya, miren por donde, a no ser que las editoriales consigan un permiso para exhumar los restos de los literatos difuntos e introducir el cheque correspondiente en concepto de derechos de autor en el interior de sus recintos mortuorios, así fueren vitrinas o ataúdes. ¿Será legal para Hacienda tal práctica? No importa, porque al escritor muerto ya no le servirá de nada. No se tienen noticias en esta vida de sobornos económicos a los guardianes de las puertas del Cielo y el Infierno, que es a donde van a parar, respectivamente, los escritores buenos y los malos.

Semeja que quien dio a luz a esta peregrina idea a mayor gloria de Hacienda, de cuyo nombre lamentablemente no podemos acordarnos aunque quisiéramos, ignora que, si echamos un vistazo a la Historia de la Literatura, una nada exigüa cantidad de esas obras que hogaño se consideran clásicas, eternas, imperecederas, fueron escritas por hombres y mujeres que habían rebasado los límites de eso que se llama la tercera edad. Cierto es que el pensionismo es un invento reciente, me cuentan que data del siglo pasado, pero no lo es menos que, antes y ahora, los escritores españoles, especialmente los buenos, o sea los que van al Cielo, fallecen en estadios cercanos a la miseria. Y a los que no les sucedió así, los salarios no les provenían mayormente de las ganancias obtenidas por las ventas de sus libros, sino por sus respectivas profesiones: maestros, abogados, arquitectos, ingenieros, albañiles, marineros...iba a poner también periodistas, pero ese es un tema del que no toca hablar por ser un afectado.

Es de esperar que en esta nueva legislatura que no da iniciada, los gobernantes se percaten de la inaudita metedura de pata que han perpetrado. En todo caso, si llego a esas edades, asunto dudoso donde los hubiere,yo espero disfrutar de mis últimos días jubilado y escribiendo. Y anhelo que mis herederos me queden eternamente agradecidos poniendo un ramo de flores en mi tumba por cada libro facturado.

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