Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

El acueducto del oro

El arqueólogo Gustavo Pascual descubre en las sierras de A Groba y Argallo los restos del primer canal romano que abastecía de agua las minas de oro del Baixo Miño

Gustavo Pascual, ante un corte en roca viva y muro de cimentación que soportaba los canales de agua.

Muchas veces en arqueología la casualidad juega a favor de la Historia y permite rescatar del olvido restos que llevaban tiempo ocultos por el paso de los siglos. Esto fue lo que ocurrió el mes de septiembre pasado cuando un paseo en bicicleta de montaña me permitió descubrir el primer canal romano de abastecimiento de agua a una mina de oro en primario en todo el Baixo Miño, situado en la falda oeste del alto de la Pedrada, en la parroquia de Burgueira, Ayuntamiento de Santa María Oia.

Hoy sabemos gracias a los trabajos de diversos especialistas que a partir de la época de Augusto s.I a. C. al I d. C. se vivió una fiebre del oro en todo el Imperio, comparable a la que se produjo en el Oeste americano durante el siglo XIX; solo que el Oeste de los romanos estaba en Galicia.

En este contexto surgieron decenas de explotaciones mineras buscando oro por todo el Baixo Miño, tanto en secundario (depósitos fluviales arrastrados por los ríos Miño, Tea, o Tamuxe) como en primario (cuando el oro está incrustado en las vetas de la roca, normalmente cuarzos y esquistos) a lo largo de las sierras de A Groba y Argallo que han sido objeto de estudio en los último años por parte de arqueólogos como Brais Currás, o por el geólogo Óscar Pazos en su blog Aterrageo.

A pesar de esta abundancia de labores de época romana en ninguna de ellas se había localizado la presencia de red hidráulica alguna, como si ocurre en otras zonas como las Médulas, donde se han encontrado 9 canales que suman más de 600 kilómetros de longitud.

En las minas del Baixo Miño teníamos indicios de la existencia de canales, ya que el agua es fundamental en las explotaciones mineras de oro para minado, arrastre de estériles, lavado y recuperación del preciado metal, pero se pensaba que ya no se conservaba ninguno, desaparecidos por el avance de las labores forestales, agrarias y el desarrollo urbano, tan intensas en esta zona del sur de Pontevedra.

Gracias a este descubrimiento hoy tenemos los restos del primer acueducto minero construido enteramente con piedra, tal como señalaba Plinio el Viejo (historiador y noble romano destinado en Hispania como jefe de todas las minas de oro en la Tarraconense durante la segunda mitad del Siglo I d. C. en tiempos de Vespasiano),con un muro de mampostería de 1 metro de altura y entre 50 a 80 cm de anchura, con sillares irregulares de losa, granito y cuarzo, los materiales que tenían más a mano a lo largo de sus 1.600 metros de longitud. Los que separan el inicio de la captación del agua al sur, en un pequeño arroyo de montaña, en el monte de A Madanela y la zona minada al norte, en el monte de Campo do Sobreiro o Boaventura, un lugar que concentra varias zanjas mineras de unos 50 metros de longitud de 1 a 8 metros de anchura y de 1 a 4 metros de profundidad en las que se empleó el agua para arrastrar las capas superficiales previamente aradas y excavadas por los mineros y proceder a su lavado sobre canales de madera, "agogas" en palabras de Plinio.

A lo largo de su recorrido corta las crestas de roca, se excava directamente sobre el pétreo suelo y se conduce levantado sobre una cimentación de sillares de piedra siguiendo perfectamente las curvas de nivel para llevar el agua desde los 320 metros de altitud de su inicio hasta los 315 m del final, consiguiendo mantener una pendiente suave para que el agua fluya sin demasiada fuerza evitando erosionar el canal o demasiado lenta colmatándolo de sedimentos. Para ello seguro emplearon instrumentos de medida parecidos a los modernos teodolitos, como las gromas y dioptras, técnicas de ingeniería en las que los romanos eran unos expertos.

Importancia del hallazgo

La importancia del hallazgo no deriva solo de ser la primera evidencia de este tipo sino que demuestra que la minería romana del Baixo Miño comparte todos los elementos que podemos encontrar en el gran distrito minero del noroeste hispano, concentrado en León, Asturias, norte de Portugal e interior de Ourense y Lugo. Esta zona del sur de Gallaecia estuvo plenamente integrada en el Imperio, fuertemente romanizada y tal vez, al menos como hipótesis, las minas situadas en las costas de las Rías Baixas pudieron ser explotadas antes que las del interior. La Gallaecia costera fue un territorio integrado por Roma al menos desde finales de la República (expediciones de Décimo Junio Bruto, Craso y César) convirtiéndose en la llave que permitiría acceder, a través del Miño y el Sil, a las grandes zonas productoras del oro en el Bierzo, despertando más tarde el interés del emperador Augusto por conquistar y administrar de forma directa aquellas áreas tan ricas en oro.

Del hallazgo di cuenta como es preceptivo a la Consellería de Cultura de la Xunta de Galicia, una vez realizado el pertinente estudio de detalle, al que podéis acceder a través de mi blog Más que Petroglifos, para que sea incorporado al catálogo de bienes arqueológicos de Galicia. Dejando así constancia oficial de su existencia para que tenga un mínimo de protección legal. Ya sabemos que esto no garantiza nada, pero considero que la clave para proteger los bienes patrimoniales es su conocimiento público; solo una sociedad civil sensibilizada puede garantizar la conservación del patrimonio histórico, un tesoro común que todos estamos obligados a proteger pero también tenemos el derecho a disfrutar, ahora y en el futuro.

*Profesor de Geografía

e Historia y arqueólogo, autor

del Blog Más que Petroglifos

Haz click para ampliar el gráfico

Compartir el artículo

stats