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Franco sigue muerto

Franco sigue muerto

Cuarenta años después, Franco sigue muerto. Como anunciaba Chevy Chase en Saturday Night Live allá por 1975: "a pesar de la muerte de Franco y su esperado funeral de mañana, los médicos dicen que la salud del dictador ha dado un giro a peor". A día de hoy no parece que ese arrechucho fuera tan grave y Franco sigue muertito y coleando: el Valle de los Caídos no se mueve de su sitio y los funerales por el Generalísimo se celebran con gran despliegue de banderas y fervor patriótico. A pesar de todos los intentos por conseguir que pasara a mejor vida dentro de la muerte, el caso es que sigue reinando en España un "fresco general procedente del noroeste".

¿Cómo se consigue una muerte tan saludable? Es uno de esos misterios que la Divina Providencia reserva para España, nuestra sin par unidad de destino en lo universal. Para recordárnoslo están calles, plazas y fundaciones que mantienen la muerte de Franco en un estado latente inexplicable para la ciencia. Ninguno de sus colegas de mediados del siglo pasado han conseguido tal cosa. Hitler y Mussolini tienen que rendirse a la evidencia: mientras ellos crían malvas con resignación, Franco goza de una muerte envidiable. Además dejó a su familia en muy buena posición, con un patrimonio de quitar el hipo, que no por tantas veces cuestionado deja de ser suyo. Franco sigue muerto pero no se olvida de que el ojo del amo engorda al caballo.

El club de fans de Franco a veces es un poco tibio y sus incondicionales se declaran demócratas de toda la vida. Pero a poco que las cosas se pongan así que tal, renuevan la adhesión inquebrantable al muerto más activo que ha visto la Humanidad desde el mismísimo Jesucristo. Para Franco no hay ni cielo, ni purgatorio, ni infierno: él prefiere estar muerto aquí tan ricamente. Estar muerto y seguir al pie del cañón -nunca mejor dicho- tiene un mérito incuestionable. El general vigila el cuartel desde la garita y sus herederos en el cargo, los dos borbones que llevamos desde la restauración monárquica, no reniegan de él ni por una apuesta. A pesar de que se saltaron al que le tocaba por escalafón, de bien nacidos es ser agradecido. Juan de Borbón no reinó nunca, que para eso estaba Franco al mando. Ahora el rey que rabió tiene una muerte muy mal llevada: ni comparación con la prodigiosa muerte del general.

¿Y para qué ocuparse de los miles de muertos de las cunetas? Esos lo único que quieren es que los localicen y los entierren sus familias en aburridas ceremonias. Son unos tristes con una muerte gris y sin mérito alguno, todo lo contrario que la muerte que ejerce Franco con tanto salero. Nuestro muerto más bullicioso no necesita análisis de ADN ni esas tonterías de serie de médicos. Tampoco se le pasa por la cabeza mudarse del Valle de los Caídos, que tiene unas vistas cojonudas. Si a ti te ha tocado una cuneta, pues mala suerte, macho.

@JulianSiniestro

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