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NOTICIAS DEL SUBMUNDO

¡Prensa de Madrid!

¡Prensa de Madrid!

No, ¡por Dios!, no vamos a ponernos ahora a analizar la, llamémosla así, "imagen internacional" de la prensa española, esa que hasta sale (para mal) en la portada del New York Times. Eso queda para los profesionales del mundo de arriba. En el Submundo somos más de andar por casa, de andar por la calle, por las alcantarillas, si quieren, pero siempre por los andurriales más cercanos, que no están las cosas como para gastar guita en taxis.

"¡Prensa de Madrid!" era -no nos demoremos más- uno de los gritos de guerra de Castro, probablemente el mejor vendedor callejero de periódicos que el mundo ha conocido. Cargaba con sus fardos de papel impreso por el centro de Vigo y voceaba sus ofertas. En el último tercio del siglo XX no existía la prensa digital: si alguien quería saber algo de alguna cosa -Vietnam, Mayo del 68, los Beatles, las esquelas, el Cordobés?- , no tenía más remedio que soltar unas pesetas (nunca muchas: tres, cuatro, cinco?) para estar al cabo de la calle. Pues bien, al cabo de la calle del Príncipe estaba Castro con sus periódicos y su chaquetilla azul. No había libertad de prensa, cierto es, pero sí alguien que proclamaba a pulmón su salida a la calle. Ese era Castro.

Un buen día, a Castro le dio por morirse; ya saben, esa mala costumbre que suele tener la gente. Pero las huellas de Manuel Castro ya estaban grabadas a fuego en la memoria de Vigo. Quizá por aquello del descendiente conocido por un diminutivo, el alcalde Lois Pérez Castrillo encargó al escultor Jandro una estatua que recordara al único hombre capaz de sostener el FARO DE VIGO en vertical sobre la punta de su índice. Esto, queridos niños, no es fácil; y Castro rayaba lo mágico haciendo que el ejemplar del día pareciera tan sólido como el bronce durante un tiempo que debería figurar en el Libro Guinness. La velocidad del viento no parecía importarle.

(Castro, por cierto, sufrió cárcel por ser de la cáscara amarga, esto es, por rojo. Que vaya usted a saber, que de aquella cualquier cosa servía para enchironar al primero que pasara por allí.)

La estatua de Castro, escala 1:1, apareció al fin en la calle del Príncipe, justo delante del MARCO, en diciembre de 2011. Esta vez el periódico SÍ era de bronce. Pero igual que cuando era de papel, se lo quitaron de las manos. El problema -y vamos a lo que vamos- es que a Castro también le quitan ahora las manos.

La vandalización (¿vale la palabra?) de la estatua de Castro es todo un síntoma. De poco vale que humanicemos las calles, que el Celta gane la Liga, que en Citröen se construya la nave que lleve al ser humano a Marte o que el Cristo de la Victoria multiplique los vinos y las ostras en A Pedra: si Castro -o su efigie, tanto da- sufre estas crueles mutilaciones, Vigo no tendrá nunca la dignidad suficiente para llamarse a sí misma "fiel, leal, valerosa y siempre benéfica ciudad de".

@JulianSiniestro

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