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La fugaz republica gallega

El 27 junio de 1931 sindicalistas y políticos procedentes de la emigración proclamaron la independencia de Galicia

Manifestación en Ourense (26 de junio de 1931).

Calificada por algunos historiadores como un episodio anécdótico, la consulta de las hemerotecas desvela, no obstante, que en la noche del 26 al 27de junio de 1931, tras la toma popular del Ayuntamiento de Santiago, se constituyó una Junta Revolucionaria que nombró un presidente, Antonio Alonso Ríos, y que durante unas horas se erigió en el gobierno en Galicia (del mismo modo que Francesc Maciá, el 14 abril de ese mismo año, había proclamado una República Catalana que alcanzó los dos días de vida).

Así lo hizo constar el diario "El Pueblo Gallego" en su primera página del domingo 28 de junio, si bien el periódico vigués ya hablaba en pasado, una inequívoca muestra de lo poco que duró aquel "régimen noctámbulo". Por su parte, sin llegar a utilizar la expresión "República Gallega", el FARO DE VIGO del 27 de junio se hizo eco de las conclusiones de la asamblea celebrada el día anterior en la alameda de Ourense, que serían las que inmediatamente harían suyas los sublevados en Compostela, tras que en la sede del Gobierno Civil de la capital ourensana, núcleo de la revuelta también tomado por los "rebeldes", se hubiese izado "al anocher" la bandera gallega.

La noticia del levantamiento incluso apareció en algunos diarios del resto de España, como "La Vanguardia", en el que ya el 25 de junio, en una crónica sobre las revueltas de los obreros del ferrocarril en Ourense leemos: "La multitud, presa de la indignación, dirigióse al ayuntamiento a las dos de la madrugada, izando en el balcón principal la bandera gallega, en medio de una gran ovación, proclamando un manifestante la República Galega".

Tras la constitución de la Junta Revolucionaria, presidida por Alonso Ríos, se redactó un manifiesto, cuyas dos más significativas exigencias eran "La dimisión de todos los cargos representativos en Ayuntamientos y Diputaciones; y que todos los gallegos que ostentan cargos en el Gobierno central renuncien a ellos" y la declaración de "baja en todas las tributaciones al Estado". Incluso fuera de Galicia, en la localidad de Sanabria, el 27 se junio se habían producido unas revueltas encabezadas por una peculiar pancarta en la que se leía: "Queremos anexarnos a Galicia".

¿Cómo se pudo llegar a una situación de tal calibre? Los hechos acontecidos hace casi 85 años principalmente en Santiago y Ourense se parecen en muy poco a los días de inestabilidad política que hogaño se viven en Cataluña con el "Procés constituent" pero tienen en común el "sueño republicano e indepdentista" de una región española. En aquella Galicia de 1931 ni siquiera existía Estatuto de Autonomía ni, por lo tanto, Parlamento ni Gobierno autónomos, pero lo sí unos sindicatos muy fuertes -sobre todo UGT (socialistas)_y CNT (anarquistas- así como una serie de políticos que, exiliados en América, regresaron a Galicia con la proclamación de la Segunda República con unos planteamientos ideológicos mucho más radicalizados de los que tenían cuando habían partido.

El conflicto tuvo un origen obrero: en 1927, impulsadas por Miguel Primo de Rivera, se habían iniciado las obras de construcción de la línea férrea entre Zamora y A Coruña. Pero, el 15 de abril de 1931, "al día siguiente de instaurado el nuevo régimen(la II República española)-relata el periodista Rafael Cid en su libro "Carrilanos. Os túneles do tempo" (Xerais) - se decreta la revisión de toda la legislación de la dictadura. En ferrocarriles, el ministro de Hacienda, Indalecio Prieto, le achaca a su antecesor, el conde de Guadalhorce, el haber recuperado proyectos creados por la fantasía y concedido líneas a todos los que las reclamaban, un alegre despilfarro que, según el ministro socialista, iba a acabar desangrando a la economía española".

De todas las ferrovías que en aquel momento se hallaban en construcción, la gallega era la más cara y la más discutida y, por lo tanto, se convirtió en el primer objetivo de la política "ahorrativa" de Prieto, quien no sólo desestimó los criterios del ingeniero madrileño Vicente Marchimbarena -que había advertido de que esa obra rescataría a Galicia de su "incomunicación con el resto del mundo"- sino que olvidó que en ella trabajaban a esas alturas entre 12 mil y 15 mil obreros.

La decisión de Prieto no tardó en provocar el levantamiento de los trabajadores: "Los que protestaban por la suspensión de las obras -narra Rafael Cid- hacían especial hincapie en un detalle: a las obras ferroviarias de Galicia se le restaban 16 millones de pesetas mientras que para las del conjunto de toda España sólo se restaban 44". Por si fuera poco, Prieto asignaba generosamente 12 millones para la ampliación del puerto de Bilbao, su feudo político. La discriminación, así pues, estaba servida, tanto como el caldo de cultivo para que los nacionalistas más radicales tomasen las riendas aliados con los comunistas y los anarquistas, que eran quienes lideraban a los obreros que veían peligrar sus puestos de trabajo.

Con el apoyo unánime de toda la prensa gallega de la época, Ourense amanece el día 26 de junio de 1931 como una ciudad paralizada y "conquistada" por los huelguistas. FARO DE VIGO describía así el ambiente en la ciudad de las Burgas: "Esta mañana llegaron a esta ciudad nutridas representaciones de la región gallega con el objeto de asistir a la asamblea convocada para tratar del ferrocarril Zamora-Coruña. La representación más numerosa es la de Santiago, que viene la Corporación municipal íntegra, Círculo Mercantil, Cámara de Comercio, y representación obrera de Pontevedra, el presidente de la Cámara y dos vocales, y de Vigo representantes de todos los organismos, así como de Coruña y Ferrol. También llegaron en automóvil y camionetas numerosos obreros y todas las representaciones de aquel distrito, cerrando todo el día el comercio y paralizándose todo el tráfico, para concurrir a esta capital, siendo miles los obreros que llegaron para asistir a la asamblea. Todos los concurrentes dirigiéronse al Ayuntamiento, pero debido a lo reducido del local, acordaron salir dirigiéndose al teatro Losada, impotente también para contener la avalancha que venía encima; no obstante, el vicepresidente del Comité pro-ferrocarril, señor Álvarez Xeiteira, hizo uso de la palabra para explicar el objeto del acto y proponer que presidiese aquel el señor Alonso Ríos, delegado de la ORGA en Argentina, produciendo su designación gran acogida. El señor Alonso Ríos aceptó la designación dirigiendo la palabra a los reunidos, agradeciendo el puesto que le proporcionaron, y después de un bello discurso en gallego, terminó con estas palabras: "Los altos políticos de Madrid es tiempo que estén a nuestras órdenes viniendo ellos a nosotros". En esa asamblea se acordó la celebración de un mítin a las 3 de la tarde en la Alameda ourensana en el transcurso del cual se avisó de que "si algún esquirol hubiera, sus nombres serán llevados a un cuadro titulado Lista de traidores a la causa de Galicia, poniendo copias del mismo en las Sociedades de recreo, en las Casas de Galicia de España y el extranjero, en los Centros docentes, en las Sociedades obreras, en los escaparates de las tiendas y en los respaldos de las cartas comerciales" (FARO DE VIGO; 27 de junio de 1931)

Enardecidos, los manifestantes se encaminaron a la sede del Gobierno Civil, donde antes ya se había izado la bandera gallega tras hacer trizas la tricolor republicana española que ondeaba hasta entonces. Al día siguiente, en Santiago, se procedió a decretar la "huelga general revolucionaria". Para las cuatro de la tarde se convocó un mítin en la Praza da Quintana pero este acto fue prohibido por el Gobernador Civil, quien aseguró a los obreros que el asunto estaba solucionado. Pero éstos no se lo creyeron y decidieron convocar otra asamblea para las siete de la tarde en la Praza do Hospital.

El ya citado Alonso Ríos, así como otros políticos gallegos procedentes de la diáspora americana, se erigieron en protagonistas de la asamblea. Carnero Valenzuela, uno de ellos, abrió el turno de intervenciones señalando que el Gobierno había tomado una "medida dictatorial contra Galicia", denunciando que el alcalde de Santiago lo había amenazado con meterlo en la cárcel y poniendo en entredicho al mismísimo régimen republicano español con estas palabras: "En este momento no nos interesa la República Federal Española, sino la República Gallega" que debería proclamarse "por encima de todos los caciquismos, de todos los gobiernos civiles, de todas las arbitrariedades de un poder central". Le siguió en el turno Eduardo Puente Carracedo, conocido por "El Nécoras", un anarquista que ya había participado en varias revueltas en Argentina y Chile, el cual, rechazando "modestamente" la espectacular ovación con la que fue recibido, apeló a que "estas manos que aplauden sean utilizadas para ahorcar a los traidores", y finalizando su intrépido discurso con una llamada a la constitución "de una Galicia soviética si hace falta".

Otro retornado, Pedro Campos Couceiro, recién llegado de Argentina, propuso por su parte una alianza con Cataluña y Portugal como respuesta a "un Estado central que siempre nos ha mantenido atados y aplastados bajo todos los sistemas y formas de gobierno" y que por eso "ahora es cuestión de dignidad y urgencia suprema aprovechar esa alma gallega que vibra desesperada para hacer la revolución, la verdadera revolución".

Alonso Ríos, figura estelar, cerró los discursos instando a los obreros a "hacer la revolución en la calle porque ya se han agotado todas las humillantes vías de solución". "La verdadera voluntad gallega democráticamente revolucionaria -agregó- aún no dejó oír su voz, y yo os juro ciudadanos que una vez que hagamos nuestra revolución por encima de todos los poderes centrales habidos y por haber, proclamaremos nuestra independencia abrazándose, si hace falta, a Portugal, nuestra hermana".

Los manifestantes caminaron desde la Praza do Hospital al edificio del Concello de Santiago donde se proclamó la República Gallega y se nombró a Alonso Ríos su primer presidente. Ocurrió que, pese a sus enfervorizadas palabras anteriores, Ríos demostró ser más pragmático que lo que se intuía. No se sabe si llegó a aceptar el cargo porque todo lo acontecido en el interior del Ayuntamiento compostelano con los sublevados permanece todavía envuelto en el enigma. Lo que, sin embargo, sí que trascendió fue que "el presidente" instó a sus compañeros a que aguardasen a que otras ciudades gallegas se sumasen a la República nacida en Santiago, cosa que nunca sucedió porque la última oferta del Gobierno satisfizo a los representantes de los trabajadores, que optaron por suspender las movilizaciones.

Al día siguiente, se celebraron las primeras elecciones generales de la Segunda República aunque, un año después, Indalecio Prieto volvió a la carga con su lema "Ni una peseta más para el ferrocaril" que desembocó en un conflicto obrero todavía más virulento, pero exento ya en esa ocasión del "sueño" independentista .

EL RADICALISMO DE LA DIÁSPORA

  • El protagonismo adquirido y la radicalidad revolucionaria de los planteamientos expuestos por Antonio Alonso Ríos en los discursos de las asambleas de junio de 1931 en Ourense y Santiago pueden sorprender a quienes únicamente tienen noticia del que posteriormente sería conocido como "o sinhor Afranio" por su militancia en la ORGA de Casares Quiroga, uno de los principales valedores en Galicia de la Segunda República española. Pero, en realidad, hallamos una explicación convincente si nos remitimos a la fundación en Buenos Aires, el 21 de noviembre de 1921, de la Federación de Sociedades Gallegas, Agrarias y Culturales, entre cuyos impulsores se encontraban, además de Alonso Ríos, Cao Antunes, Eduardo Blanco Amor, Ramón Suárez Picallo o Pedro Campos Couceiro. Era la Federación un ente en el que confluían las ideas del socialismo, del agrarismo y del galleguismo, aunque muy pronto se rebelarían en ella tendencias independentistas como la esbozada por Campos Couceiro en la revista "A Fouce", en uno de cuyos números, el mentado escribió un artículo en el que, bajo el título de "Loitar pola independencia da Nación galega", leemos: "...débese poñer na declaración de principios que a Federación de Sociedades Galegas loitará sin descanso e por tódolos medios ó seu alcance para conquerir a independencia da nazón galega libre de todo poder extraño, formando despois, libre i espontáneamente, parte da Confederación ibérica si as convén cantas nacionalidades forman a Península, nunca forzada i escravizada, como autualmente desde fai catro séculos e medio socede. Estas aspiracións non poden ofender a ninguén mais que a quen teña interese en seguirnos escravizando, todos cantos se opoñan ou son aspirantes a carceleiros, ou escravos de nacemento".El 11 de junio de 1930 se constituyó, en el seno de la Federación, la Organización Republicana Galega Autónoma, que venía a ser el brazo de la ORGA de Casares Quiroga en la emigración americana. Durante ese año, se conformó también en la capital bonaerense el denominado Frente Unido Ibérico de Acción Republicana en el que se llamaba a "la revolución, el choque definitivo en el terreno limpio de fraude y encasillado, donde los hombres viriles que sienten, aman y quieren la libertad, la conquistan".Hay que recordar que, por esa época Daniel Alfonso Rodríguez Castelao se definía a sí mismo como "hombre de la cultura", que no de la política, y el Partido Galeguista aún no había sido creado. Alonso Ríos y los suyos anhelaban que en Galicia emergiese un hombre de la talla de un "Francesc Maciá" gallego. A Macián lo habían recibido en una visita en Argentina, así que ya no resulta tan extraño que, si el líder nacionalista catalán había proclamado en abril la Republicana Catalana, ellos, recién retornados a Galicia, creyeron ver en las revueltas de los obreros ferroviarios la ocasión perfecta para poner en práctica sus ideas.

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