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Los procesos independentistas más delirantes del mundo

Kevin Baugh es el presidente de la República de Molossia, un país que nació como un juego infantil y que se les fue de las manos a sus creadores.

El martes, día 27 de octubre, el mismo día en que Artur Mas y la CUP registraban su propuesta de resolución parlamentaria para declarar "solemnemente" el "inicio del proceso de creación del Estado catalán independiente en forma de república", en Estados Unidos un neoyorquino llamado Zaq Landsberg rubricaba con pluma de ganso un documento que acreditaba el inicio de su propio "procès": "Concernidos los zaquistaníes y los americanos, solicitamos a la Administración Obama el reconocimiento de nuestra soberanía y el establecimiento de relaciones diplomáticas". Era el inicio del proceso independentista de Zaquistán, el país de Zaq, constituido sobre ocho hectáreas de terreno desértico en el Estado de Utah. Su fundador compró el solar patrio hace diez años en Ebay y ahora pretende declarar su nación soberana. Tiene casi todo lo que tiene que tener un país en condiciones: un ejército (una persona), un cartel de bienvenida, una bandera (roja), una embajada en Buenos Aires, un arco de triunfo de 3,65 metros de alto para celebrar las victorias, un puesto de aduana e inmigración, un búnker y población.

Más de 50 personas ya tienen el pasaporte zaquistaní. Piden por internet firmas de apoyo para la secesión de Zaquistán. Dicen que si llegan a cien mil, Obama se verá obligado a responderles. Lansberg declaró a un canal de televisión local: "El objetivo conceptual se basa en mi deseo de convertir este territorio en un país real. Creo que no va a ocurrir. Es imposible, pero lo hago mecánicamente, trato hacerlo realidad". Es casi lo que diría, o sabe, Artur Mas.

"Bienvenido a la república independiente de mi casa". Así reza uno de los productos más distintivos y de más éxito de Ikea. El primer año de lanzamiento, de este felpudo se vendieron 200.000 unidades. Hoy sigue a la venta. La pulsión separatista es algo tan consustancial al ser humano como la inclinación por la cooperación. El ansia de independencia a veces desata "procesos" francamente delirantes. Uno de ellos es el que trata de protagonizar Zaq Lansberg, que tiene mucho de provocación artística, pero nada de peligro para la integridad territorial EE UU. Pero es sólo uno. El mundo -y no sólo el imaginario del president catalán- está lleno de estos territorios, a mitad de camino entre la broma y el timo, entre la fantasía pensada para internet y la realidad. De todas formas, a veces la caricatura es la mejor manera de mostrar el verdadero rostro de las cosas.

Liberland es otra de esas "micronaciones" ubicadas en la frontera de lo verosímil. El checo Vit Jedlicka, exanalista de mercados financieros, junto a su novia y dos compañeros "liberlanders" más, declaró la independencia de un territorio de sólo 7 kilómetros cuadrados, entre Serbia y Croacia, en la orilla oeste del Danubio, en un punto donde la frontera de desajusta y se abre una mínima tierra de nadie. Eso es "Liberland". El lema de esta supuesta nación es "Vive y deja vivir". Por supuesto, ya tiene página en internet (lo que parece siempre un requisito fundacional en estos casos), donde se han inscrito 380.000 personas como solicitantes de la ciudadanía.

El fundador admite donaciones. Avisa de que no son reembolsables. Jedlicka dice que "durante mucho tiempo la gente de todo el mundo se ha aferrado a la idea de vivir en un Estado libre, un lugar donde haya una mínima interferencia de un Gobierno centralizado". Y eso es lo que él -un "líder fuerte"- va a darles. Uno de los grandes principios de Jedlicka (la Policía croata ya le ha detenido dos veces tratando de entrar en Liberland, que sólo es accesible desde el agua) es que en su nuevo Estado sólo se pagarán impuestos de manera voluntaria. Vit dice que quiere ser como Mónaco, que a los ricos "les gusta pagar impuestos cuando no están obligados a ello" y que la gente paga impuestos según el sentimiento de apego que tiene a una tierra. Afirma que ya hay empresas y hospitales interesados en radicarse en su presunto país. Bajo estas ideas "libertarias" parece estar algo así como ese 3% sobre el que Mas ahora trastabillea.

Liberland y Zaquistán son las últimas micronaciones en unirse a una lista cada día más larga de proyectos independentistas en los límites con lo onírico. Hay más de una decena: Molossia, Christiania, la República de Kugelmugel, la República de Minerva, la Isla de las Rosas, el Reino de Talossa...

De todas ellas, el antecedente más importante -dice Wikipedia- es el Principado de Elba, destino de un Napoleón derrotado. Estuvo allí once meses. Tuvo tiempo suficiente para dotar a la islita de una bandera nacional blanca con franja diagonal roja con abejas amarillas (el símbolo imperial de los Bonaparte). En el siglo XX, una de las primeras micronaciones en nacer fue el Principado de Seborga. Tiene 339 habitantes, está en Liguria, en la frontera de Italia con Francia. Se autoproclama principado independiente. Su primer jefe de Estado fue Giorgio Carbone, presidente de una cooperativa agraria local. Accedió al poder en 1963 como Príncipe Giorgio I de Seborga. Falleció en 2009. Lo dejó todo atado: los habitantes (¿seborgianos?) votaron a favor de una Constitución propia en 1995. Giorgio tenía un argumento histórico supuestamente inapelable para sustentar su derecho a la secesión: en 1748 los monjes cistercienses cedieron Seborga a los Saboya pero el traspaso jamás fue ratificado. Además, argumentaba que tampoco el Congreso de Viena de 1815 mencionó al municipio en la redistribución de los territorios europeos tras las guerras de Napoleón y que en la unificación del reino de Italia (1861) no se toma en cuenta a Seborga. ¿Les suena la historia? Mejor dicho, ¿les suena esta forma de retorcer la historia?

Hay muchas "repúblicas independientes de mi casa". Todas rozan el surrealismo, si es que no entran de lleno en él. Pero pocas han ocasionado incluso incidentes violentos. Este es el caso de Sealand, una monarquía hereditaria constituida sobre una plataforma marina que el Reino Unido construyó en la II Guerra Mundial como fuerte para la Royal Navy. Está a trece kilómetros de la costa de Essex. Al terminar la guerra, fue abandonada. Hasta el 2 de septiembre de 1967. Ese día fue ocupada por Paddy Roy Bates, presentador de una radio pirata, que se proclamó monarca de Sealand. Su hijo pasó a ser Michael I y en 1968 abrió fuego contra un buque de la armada inglesa. Lo llevaron a juicio, pero la Corte de Essex se inhibió por considerar que el incidente había tenido lugar fuera de las aguas territoriales británicas. La familia real de Sealand interpretó esa decisión como un reconocimiento de facto de su soberanía. ¿Les suena también esa forma de retorcer las decisiones judiciales?

España también cuenta con uno de esos microestados. Y acaso sea el más civilizado, el menos nacionalista de todos. El de ciudadanía más recomendable. Los lectores del escritor Javier Marías lo conocerán de sobra. Un inglés, Matthew Shield, habría comprado en 1865 para su hijo, el escritor M. P. Shield, la isla de Redonda, una dependencia de Antigua y Barbuda. Año 1865. Pidió el título de Rey de Redonda a la Reina Victoria. La condición fue que no se opusiera a los intereses coloniales del Imperio. Tras varias vicisitudes, el título llegó a manos de Marías, nuevo monarca de Redonda. Lo mejor es su nobleza. En Redonda son duques artistas, filósofos, escritores: Pedro Almodóvar, John Ashbery, Pierre Bourdieu, Francis Ford Coppola, Umberto Eco, Frank Gehry, Eduardo Mendoza, Ian McEwan, Alice Munro, Arturo Pérez-Reverte, George Steiner, Mario Vargas Llosa...

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