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Patrícia Soley-Beltran: "Estamos hartas de tener que ser blancas, delgadas y jóvenes"

La exmodelo analiza en ´¡Divinas! Modelos, poder y mentiras´ (Premio Anagrama de Ensayo 2015) cómo el cuerpo construye la identidad y articula las relaciones de poder

Patrícia Soley-Beltran, con un vestido de Cortana . // Pau Ferragut

Patrícia Soley-Beltran, doctora en Sociología del cuerpo, ha saltado a la primera fila de la literatura con el libro que le ha valido el Premio Anagrama de Ensayo.

-El libro lo abre una modelo que sueña la putrefacción de sus muslos. ¿Esa frase concentra el ensayo?

-Sí. Las historias son reales y el sueño de esa modelo, también.

-¿Por qué le damos más importancia al cuerpo que a la cara?

-Yo también me lo pregunté. Cada vez la cultura es más visual. Vivimos rodeados de imagen, por eso nos miramos tanto. Tiene tal poder de convencimiento, de transmitir valores, emociones, sensaciones, deseos, maneras de organizar la sexualidad... Transmite muchas cosas de manera no verbal, recibimos mensajes encriptados que sin una perspectiva crítica nos afectan y no somos conscientes de ello. ¿Qué hay detrás de esa apariencia de realidad? La creación de una imagen ideal, intereses de producción, dictados de género...

-Dice que el mundo de la moda se la comía viva. ¿Solo a los que están dentro o también a los demás?

-Nos fagocita, pero no es una cuestión de la moda. Una cosa es la moda y otra la indumentaria. Todos llevamos ropa y podemos disfrutarla más o menos y gastarnos más o menos. Otra cosa es la moda en el sentido de ciclo rápido de producción, consumo y desecho, que es imprescindible en el capitalismo. La moda afecta a móviles, decoración, coches, arquitectura... Esto nos hace percibir el tiempo de una manera poco humana. Tenemos la sensación de que se escapa algo y no es cierto. Empiezas a perseguir no sabes qué y no lo tienes nunca. Se pone mucha presión sobre los jóvenes, dicen que es el mejor momento de tu vida...

-¿Y no es así?

-Pues no, y una de las razones es esa presión. Yo creía que a partir de los 30 la gente estaba muerta. Y no, al contrario, sentí que tomaba las riendas de mi vida. Es en los 60 cuando se crea la imagen de juventud como ideal de belleza, en los 50 era una mujer sofisticada, madura, que sabía qué se hacía. A veces compro ropa de algunas marcas, veo los anuncios y todas tienen 15 años. Se equivocan. Pueden poner de 15, de 20, de 30, de 40, de 50.... La duquesa de Alba llevaba Custo, pero en el catálogo todo son niñas. Me dan ganas de no comprar.

-¿Y por qué insisten en algo que se aleja del público?

-Si ponen gente con personalidad, adultas, son famosas. Sharon Stone o Julia Roberts. Podrían escoger modelos más mayores. Las mujeres de 40 años de hoy en día, las que no están sufriendo, tienen un aspecto estupendo. De pequeña, las mujeres de 40 eran mayores, casi abuelas, ahora son unos pimpollos. Estamos hartas de tener que ser blancas, delgadas y jóvenes. Ni soy joven ni tan delgada ni tan blanca. Y me da igual, quiero que me hagas sentir bien.

-"Nunca llegamos a ser la mujer que soñamos ser". ¿Esa mujer la soñamos o nos la hacen soñar?

-Todo a la vez. Nos proponen un modelo y lo adoptamos. Puede no gustarte esa manera de hacer, pero estás tan hecha a ella, que te cuesta cambiarla. Nos dicen que ese es el modelo y de niños no tenemos capacidad ni criterio para rechazarlo. De adulto puedes darte cuenta de que ese modelo de identidad te aprieta, te hace daño, y pensar en cómo puedes adaptarlo a tu medida. Ese modelo de los anuncios de ´papá es listo y mamá es bonita´ es patético.

-¿Hemos vuelto atrás?

-No creo que vayamos para atrás porque nunca hemos estado tan delante. Hay pequeños destellos. Estamos más incorporadas al mundo laboral. Mi madre no tenía ni derecho a pasaporte ni cuenta corriente y de eso no hace tanto. El progreso es muy lento.

-¿La búsqueda de la belleza nos esclaviza?

-En este libro las modelos explican que no están a la altura del ideal. Nadie está a la altura. Es como Dios, ¿quién está a la altura de Dios? Es la perfección por definición y por definición los humanos no estamos en ella. Esto es igual. ¿Nos esclaviza? No creo, pero nos domina. Que lo haga más o menos depende de nosotros.

-La moda crea un ideal, pero todo es luces, maquillaje, Photoshop... es una mentira.

-Yo no diría que sea una mentira, pero creemos que lo que vemos es real. Cuando vemos una película sabemos que la actriz hace un papel, cuando vemos una modelo pensamos que esa chica es así. Ahí está el truco de magia, pero no te lo dicen, te hacen creer que es real. Tenemos un cuerpo y tenemos derecho a vivirlo, a llevar nuestra sexualidad y estética con libertad, a decirles a las corporaciones: ´Flexibilizad un poco´.

-Ahora hay modelos diferentes, como Tess Munster, con una talla 54, o Winnie Harlow, que tiene vitíligo. ¿Cambio real o más negocio?

-Verdad y forma de buscar negocio no son opuestos. Siempre hay ciclos de ´busquemos gente real´, pero ahora hay más presión para una representación real. Hay mucho activismo online. ¿Qué pasará a partir de ahora? No soy adivina, soy socióloga. Soy la voz de la calle: ´Estamos hartas. Representation, please´. Quiero que me digas que soy guay independientemente de la edad, la forma, el peso y la piel que tenga. Entonces compraré más. Estoy harta de decírselo a los publicistas, pero son miedosos. No preguntan a sociólogos o antropólogos y tienen que retirar campañas porque ofenden.

-¿Por ejemplo?

-Mac, la empresa de cosmética, hizo una campaña sobre las mujeres de Ciudad Juárez. Salían las modelos vestidas de muerta y maquilladas. La tuvo que retirar. ¡Consultad a un antropólogo! Lo de Winnie Harlow y Desigual está muy bien, pero es Desigual y ella es desigual. Les cuadraba con su estética y quedan bien de cara a la sociedad. El 82% de las decisiones de compra en el mundo las toman las mujeres. ¡Hacednos sentir bien!

-¿Y hay alguna campaña en la que parezca que les han preguntado?

-Princess Machine, un juego de ingeniería. Unas niñas miran la tele aburridas, solo salen princesas y cosas rosas. De repente sale este juego en el que el agua cae, mueve una pelota, baja un tobogán... La lían. Al final salen contentas con un casco de ingenieras que, además, es una de las carreras más masculinizadas. Megaventas en Estados Unidos. Dove consultó a una psicoanalista británica que escribió el libro Fat is a feminine issue. Pavofrío copió la idea estupenda de una madre de Nueva Zelanda que, harta de las hipersexualizadas Bratz, las desmaquilla, les pone vestidos de niña y las regala. Colgó el vídeo y se hizo viral. Dudo que le pagaran. Céline usó a la escritora Joan Didion, de más de 80 años. Eso está bien, pero sin usar solo a famosas. A las mujeres no se nos escucha.

-En el mundo académico pensaban que sería una cabeza hueca y un oculista le dijo que, para lo que debía leer, que no se pusiera gafas.

-Aún me pasa. En el mundo académico las mujeres lo tenemos claro y hacemos presión para que esto deje de pasar. La masculinidad se asocia con la razón y la feminidad con la emoción. Es como si tuviéramos filtros en los ojos y la mente y viéramos a través de ellos. Platón pensaba que las mujeres eran un obstáculo en el camino del conocimiento. Las mujeres estamos fuera siempre. En junio, un premio Nobel de Física dijo que las mujeres en el laboratorio son una distracción. La reacción de las científicas fue subir fotos en su trabajo, antilibido. No venimos a ligar al laboratorio. Pero no por dedicarnos a un trabajo intelectual tenemos que descuidarnos. No tengo tener que escoger entre ser Rita Hayworth o un intelectual francés. Puedo ser las dos cosas.

-Dice que el cuerpo es un medio de comunicación, pero ¿sabemos qué queremos comunicar?

-Comunicamos según lo que nos dicen que tenemos que ponernos y no se entiende. Como esas niñas jovencitas con minishorts y camisetitas. No sé si se dan cuenta del poder sexual que tiene su imagen. No entro en si está bien o mal, pero no creo que entiendan el impacto que tienen. Cuando yo era jovencita no lo tenía claro.

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