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Parejas, tríos, harenes y comunas

Algunas especies de aves y la mayoría de los mamíferos optan por sistemas de apareamiento alternativos a la monogamia

Parejas, tríos, harenes y comunas

Siempre se ha pensado que la monogamia es el sistema de relación sexual dominante entre los animales, quizá por extrapolación del modelo que prevalece en las sociedades humanas occidentales. Sin embargo, los estudiosos de los sistemas de apareamiento en la fauna, tras varias décadas de aplicación de los análisis de paternidad al estudio del comportamiento, hablan hoy de la monogamia como una forma de relación derivada de la incapacidad de los machos de algunas especies de aparearse con más de una hembra, por la propia distribución espacial y/o temporal de las hembras y/o la de recursos estratégicos. De hecho, sólo el 5 por ciento de los mamíferos son monógamos. Sí es una modalidad sexual muy extendida entre las aves (92%), aunque recientemente se ha descubierto que las hembras del 70% de las especies son infieles y copulan con otros machos si se les presenta la ocasión.

Las alternativas a la monogamia son la poligamia y la promiscuidad. La primera comprende dos estrategias: la poliginia, cuando un macho se aparea con varias hembras, y la poliandria, cuando es la hembra la que mantiene relaciones sexuales con dos o más machos. La promiscuidad, que dentro de los vertebrados sólo es frecuente entre los peces, viene a ser una mezcla de ambas opciones. La poliginia está muy generalizada en los mamíferos (94 por ciento), mientras que pocos practican la poliandria; entre las aves la primera alternativa se da en un 7 por ciento de las especies y apenas un 1 por ciento mantiene relaciones poliándricas. Cada elección tiene sus ventajas y sus inconvenientes.

Las especies en las que los machos mantienen relaciones múltiples (simultáneas o secuenciales) se han adaptado a que sean las hembras las que asuman toda o la mayor parte del cuidado parental sin que eso afecte al éxito de la crianza. Para lograr el acceso a varias hembras, los machos pueden ejercer una defensa de recursos críticos para ellas, de manera que indirectamente las controlan, o bien pueden formar y defender harenes, como hace el ciervo, o pueden agregarse en lugares de exhibición, como los "cantaderos" de los urogallos, a los que acuden varias hembras, que comparan candidatos y eligen. Hay una cuarta vía, la del engaño: algunos machos de papamoscas cerrojillo, un pequeño pájaro insectívoro, se aparean con una hembra y, en cuanto esta inicia la incubación, intentan copular con otra; si lo consiguen, nada más que su segunda pareja efectúa la puesta, vuelven con la primera, a la que ayudan en la crianza, y se olvidan de la nueva, que queda como "madre soltera". Ambas hembras resultan engañadas, pero sólo la segunda sufre la "cana al aire" del macho. En este supuesto, la hembra acepta la poliginia porque no sabe que el macho tiene una pareja paralela; en otras situaciones, lo hace porque se beneficia de un mayor éxito reproductor (por ejemplo, a través de la defensa cooperativa del nido o de las crías) o porque, si bien asume un coste extra, le compensa por la escasez o la dificultad de encontrar machos sin pareja, por la imposibilidad de ahuyentar a sus competidoras o por el acceso a mejores genes o a territorios favorables.

Las relaciones poliándricas siguen un esquema similar, a menudo con inversión de los roles sexuales, de manera que las hembras, mayores y más agresivas (en el caso de las aves también de plumajes más vistosos), toman la iniciativa en el cortejo y rivalizan entre ellas, mientras que los machos se ocupan en solitario de la incubación de los huevos y de la crianza de los pollos. La incertidumbre de la paternidad parece explicar la escasa práctica de este modelo de apareamiento entre las aves. Para los machos, el sistema más ventajoso es la poliginia, que, en cambio, resulta ser el peor para las hembras.

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