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SÁLVESE QUIEN PUEDA

De cuando la imaginación triunfa sobre la inteligencia

Vivir lejos del novio permite driblar la amenaza de la despedida de soltero . // FDV

La última vez que fue padrino de boda estuvo a punto de salir en las crónicas de sucesos con un titular que ya se imaginaba mientras esperaba una grúa de madrugada: "Novia abandonada ante el altar por el novio. Tampoco se sabe nada del padrino". Aquella noche la despedida de soltero fue tan agitada que el futuro consorte a punto estuvo de perder todo futuro al caer con su coche y padrino a una playa desde una altura razonablemente letal, porque conducían de noche por un camino casi vacuno que acababa abruptamente y las luces de sus faros no eran suficientes para despejar la oscuridad etílica de sus cerebros. Eran otros tiempos de mayor permisividad en el tráfico y menos años en el cuerpo y, al final, tras ser rescatados en aquel terraplén, tuvieron la suerte de llegar a la propia boda novio, padrino y amigos del futuro penitente pero bien podían haber acabado en la iglesia de al lado y casarse con cualquier novia que allí estuviera sin advertir que no era la propia.Tal era la imagen demacrada e insomne, de zombis reencarnados de un cuento de terror, que parecían venir no de una despedida sino de un despedicio.

Al acabar estas líneas hago mi maleta para cumplir otra vez la delicada misón del padrinazgo nupcial, aunque han pasado años como para no emular otra vez aquella borrachera de humor mentecato que protagonizó en los 80 Tom Hanks en su "Despedida de soltero". No voy a ocultar que yo era el padrino en aquella ocasión. Ahora no solo me niego a cualquier desvarío nocturno sino que tengo la suerte de vivir lejos del novio, lo que me permite driblar la despedida, una amenaza incluso para el mismo contrayente si tenemos en cuenta el número de casos en que las novias tienen que sacarlos de la comisaría para llevarlos al altar si no quieren quedar compuestas y sin novio. En contraste con la fatal costumbre de machacarte la noche anterior al suceso nupcial, yo llevo días acicalando mi cuerpo, sobre todo desde que me dijeron que la madrina era una modelo de cuerpo escultural. ¿Cómo sobrevivir a una foto en que la madrina te lleva 15 centímetros y tú le llevas a ella 25 años? El mundo y la experiencia que le llevo de ventaja no salen en la imagen. En un alarde de frivolodad al que tengo derecho, he buscado el mejor sastre para que potencie con el traje las pocas virtudes de mi cuerpo y oculte sus muchos defectos; he cedido a su propuesta de poner unas alzas en la intimidad de los zapatos, me di unas sesiones de lámpara que disimularan mi palidez invernal, acudí al peluquero para conseguir con un buen corte indulgencias para la antigüedad de mi rostro y me hice una puesta a punto en el gimnasio para que mi tensión muscular contradijera la supuesta flacidez que mis años me otorgan. Con mucha suerte, he conseguido rejuvenecer tres meses. Si me ve el biólogo gallego Luis Navarro, que todo lo cuenta en términos biológicos y vegetales, le parecería que estoy preparándome para el galanteo como un polinizador, un visitante floral, un ladrón de néctares que apresta sus últimas armas para el revoloteo entre las flores.

Ahora preparo el discurso del padrino y estoy sometido a un mar de dudas ¿Diré lo que pienso o la mentira más piadosa que se me ocurra? ¿Les rogaré que dejen pasar tiempo hasta su próxima boda para que descanse nuestro bolsillo o brindaré haciendo votos por toda una vida de felicidad? Lo que está claro es que no buscaré la risa fácil del público contando aquella vez en que el novio vomitó en un bar de carretera, a donde llegó en tal estado que él mismo jura y perjura que nunca estuvo allí. Ni haré el chiste fácil de que el matrimonio es para la clase de tropa, como decía monseñor Escrivá, sino que levantaré mi copa y diré que es el triunfo de la imaginación sobre la inteligencia, que es lo que opinaba Óscar Wilde y es más sutil y elegante, aunque dicho por un homosexual no sea tan fiable. Y acabaré pidiendo que vean menos televisión y hagan más hijos, que los futuros pensionistas los necesitamos.

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