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LA GRAN GUERRA

El milagro de Marne y la batalla de los taxis

La primera victoria de los aliados inyectó moral en las tropas y dejó en evidencia los errores estratégicos de los alemanes

Taxis con tropas francesas.

El 1 de septiembre de 1914, las fuerzas germanas, tras un fulgurante avance por el territorio belga y noreste de Francia, se encuentran próximas a París. Tras un mes de duros combates con las tropas belgas y las anglo-francesas, el I y II ejércitos alemanes que forman la punta de lanza para la conquista de París se encuentran completamente exhaustos y sus líneas de aprovisionamientos se han alargado tanto que comienza a escasear en sus vanguardias municiones, alimentos, carburante y pertrechos.

Además, el desarrollo táctico de las operaciones ha llevado a los alemanes a modificar sustancialmente el plan Schlieffen, de modo que el I Ejército, que debía envolver la ciudad de París por el Oeste y tomarla por el Sur, se lanza hacia el sudeste de la ciudad con el fin de destrozar al 5.º Ejército francés, que se encuentra en una situación muy precaria después de los duros reveses en el valle de la Guise, por lo que dejará su flanco derecho completamente desprotegido.

El comandante en jefe del Ejército francés, el general Joffre, en sus directivas estratégicas de ese primero de septiembre señalaba la necesidad de realizar una ofensiva a lo largo de toda la línea del frente, entre la fortaleza de Verdún, próxima a la frontera germano-belga, y Nanteuil le Haudouin, en el noreste de la capital gala. Para ello constituye un nuevo Ejército, el 9.º, con fuerzas procedentes de la reserva, pero también con algunas divisiones procedentes del 4.º y del 3.º ejércitos, que se encuentran desplegados hacia el Este, conteniendo el avance de los alemanes por Alsacia y Lorena. La dirección de este nuevo Ejército será encomendada al general Foch y será desplegado en la margen izquierda del río Marne, para reforzar la zona central del despliegue francés. Al mismo tiempo, al 6.º Ejército francés, que ha sido recientemente constituido, al mando del general Maunoury, que se encuentra bastante al Norte, próximo a la ciudad de Amiens, se le ordena que se retire a la zona atrincherada que se está construyendo al este de París. Mientras que París, una vez que el Gobierno ha sido evacuado hacia Burdeos, queda al mando del comandante militar de la plaza, el general Gallieni, quien lanza una lacónica orden a su guarnición: "París ha temblado. Un espíritu fuerte ha hablado. Le seguirán los actos. Los esperamos".

El 3 de septiembre, Von Klück reagrupa sus fuerzas para lanzar su ataque frontal contra el 5.º Ejército francés. A las cuatro de la tarde un aeroplano Blériot, tripulado por el teniente Watteau, reconoce una enorme columna de más de 14 kilómetros que avanza a toda prisa en dirección Sudeste, pero tiene completamente su flanco derecho descubierto. Nada más ser informado de esta circunstancia, el general Gallieni se da cuenta de que es la oportunidad estratégica que estaban esperando e inmediatamente solicita permiso a Joffre para realizar un ataque de flanco sobre los alemanes con las tropas del 6.º Ejército francés y las de guarnición de la capital.

Los días 4 y 5 las tropas francesas e inglesas se preparan para la ofensiva, Joffre arengará a sus tropas diciendo: "En el momento en el que se inicia una batalla de la cual depende la salvación del país, hay que recordar a todos que no se puede mirar atrás". El día 5 de septiembre las vanguardias del 6.º Ejército toman contacto y comienza una tremenda lucha contra las fuerzas del IV Cuerpo de la reserva alemán, dirigido por el general Von Gronau. Al amanecer del 6 de septiembre el grueso de las fuerzas del 6.º Ejército de Maunoury pasan a la ofensiva, atacando a los alemanes por su flanco derecho entre Plesssi-l´Evêque a Villeroy. Las tropas alemanes se ven obligadas a retroceder. El general Von Klück se ve obligado a reforzar su flanco derecho, para lo que ordena a su II Cuerpo, que le une con el II Ejército alemán, que se dirija al Norte. Dejando una brecha considerable, solamente cubierta por débiles fuerzas de caballería, por la que comenzarán a presionar las fuerzas inglesas y las tropas del 5.º Ejército francés. Al mismo tiempo, el 9.º Ejército de Foch defiende enconadamente las ofensivas del III Ejército alemán, del general Von Hausen, en el valle del Marne.

Al día siguiente, 7 de septiembre, las tropas del 6.º Ejército francés están a punto de conseguir envolver al IV Cuerpo de la reserva alemán en la meseta d´Etavigni. Pero la falta de reservas francesas no lo hace posible. Será entonces cuando el comandante de Guarnición de París, el general Gallieni, requisará todos los taxis de la ciudad para transportar desde Noisy-le-Sac, en las cercanías de París, hasta Nanteuil le Haudouin las tropas de la 7.ª División del general Trentinian. En concreto, solamente serán transportados en el largo convoy de taxis las tropas del 103 y 104 regimientos. Los taxis parisinos darán dos viajes cada uno, en los que transportarán cinco soldados. La historiografía mítica francesas pone mucho énfasis en que fueron estas tropas las que consiguieron llevar a cabo lo que se conoce como milagro del Marne. Recientes estudios sobre esta batalla han demostrado que la actuación puntual de estas tropas contó poco en el desenlace total de la batalla; es más, el 103 y 104 regimientos de infantería fueron desbordados por los ataques alemanes en Nanteuil, teniendo que abandonar sus posiciones en la ciudad.

Ese día las fuerzas inglesas y las francesas del 5.º Ejército consiguen avanzar por la brecha que han dejado desguarnecida los alemanes entre sus I y II ejércitos, mientras que las tropas del 9.º Ejército de Foch resisten a un precio muy elevado en vidas humanas las embestidas del III Ejército alemán en el valle del Marne. Los ataques a la bayoneta y los actos de heroísmo se suceden entre los soldados franceses.

El 8 de septiembre, el 6.º Ejército francés, pese a las reservas que le han llegado, no puede quebrantar las sólidas defensas alemanas del IV y II Cuerpos de Ejército, que a su vez le intentan desbordar por el Norte. En el sector que cubre el 9.º Ejército la situación es desesperada para el 9.º Cuerpo de Dubois y el 11.º D´Eydous, pero la resistencia no flaquea pese a las graves pérdidas. Ese día serán las tropas del Cuerpo expedicionario Británico y las 5.º Ejército francés quienes lleven la mejor parte de la batalla al conseguir penetrar muy profundamente en la brecha creada entre el I y el II Ejército alemanes, lo que comienza a ser un peligro para el I Ejército alemán, que puede llegar a ser rodeado. La tropa combatiente por ambos lados se encuentra exhausta, al límite de sus fuerzas, lleva varios día sin dormir y las intendencias respectivas son incapaces de alimentarla, mientras que los servicios sanitarios no dan abasto a evacuar y curar a la cantidad de heridos que dejan los combates.

El Estado Mayor alemán, emplazado en Luxemburgo, se da cuenta de la delicada situación en la que se encuentra su Ejército de invasión y ordena a los comandantes de su I y II ejércitos, Von Klück y Von Büllow, que inicien la retirada con la intención de crear una línea defensiva atrincherada a retaguardia, a orillas del río Aisne, que cierre la brecha creada entre sus ejércitos. Los dos generales alemanes son reacios a ordenar una retirada generalizada de sus tropas, sobre todo Von Klück, quien sostiene que continuando la presión sobre el 6.º Ejército francés puede desbordar sus defensas y entrar en poco tiempo en la capital. Moltke, jefe del Estado Mayor alemán, se ve obligado a enviar al teniente coronel Hentsch al cuartel general de Von Klück, para hacer cumplir la orden de repliegue.

En la mañana del 10 de septiembre, las fuerzas francesas del 9.º y 6.º ejércitos se dan cuenta de que las tropas alemanas han abandonado por la noche sus posiciones, por lo que comienzan avanzar en toda la línea del frente. Pese al cansancio y la gran cantidad de bajas, las tropas aliadas se dan cuenta de que por primera vez han ganado una batalla a las fuerzas germanas y que ahora son ellas las que inician su persecución.

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