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La mirada de Lúculo

Dylan Thomas, días húmedos en Gales

Un pequeño recorrido etílico y culinario por los lugares y bares donde bebió el autor de "Bajo el bosque lácteo", ahora que se han cumplido cien años de su nacimiento en Swansea

Luis M. Alonso

Diluir la bebida contribuye a invertir el proceso de deshidratación, ayuda a hacer las resacas más llevaderas pero, en contra de lo algunos piensan, no significa reducir el trasiego de alcohol. Kingsley Amis era consciente de ello pero sin embargo prefería los licores puros. Dylan Thomas jamás perdió el tiempo en ese clase de consideraciones. Amis no era de Swansea como Thomas, pero vivió allí durante la larga etapa de su vida que ejerció de profesor universitario en Gales. Ambos, junto con el irlandés Brendan Behan, forman el triunvirato de beodos más brutal de la historia de las letras, con la salvedad que de ellos sólo el inglés mantuvo el control necesario para cumplir y poder rebasar los cincuenta años. Tanto Thomas como Behan fueron destruidos mucho antes por los efectos del alcohol.

En el caso del primero, la muerte resultó ser tan premura que ahora que se cumple una centuria de su nacimiento su figura nos parece casi tan lejana como la de su admirado John Keats. Dylan Thomas llegó a ser comparado con él y en otros círculos se le conoció por el James Joyce de Gales. En cualquier caso a él se deben algunos de los versos más hermosos del siglo XX: "Do not gentle into thah godd night./Rage, rage against the dying of the light". Muchos los escribió en la pequeña localidad galesa de Laugharne, que el poeta calificó como "el pueblo más extraño del mundo". Hace años estuve en Laugharne y, bajo la estela fantasmagórica de su castillo, pillé una razonable y razonada cogorza a la salud de Thomas, probablemente el poeta que seguramente más me hizo disfrutar en la juventud.

Laugharne descansa en el estuario del río Tâf.Thomas vivió allí entre 1938 y 1940 y desde 1949 hasta poco antes de su muerte, y allí se inspiró para escribir Bajo el bosque lácteo. El poeta y su mujer Caitlin están enterrados en el cementerio local, después de que el cadáver de éste fuese repatriado desde Nueva York. Thomas se mudó varias veces de casa hasta que se estableció en la famosa Boat House, actualmente un pequeño museo. El cobertizo donde escribía todavía sigue en pie. En el bar del Hotel Brown´s, un lugar donde se puede beber buena cerveza del país y comer welsh rarebit, pasó horas y horas conversando con los parroquianos y bebiendo.

Al welsh rarebit creo que me he referido en alguna otra ocasión. Consiste en una rebanada de pan untada de una especie de bechamel a base de queso Cheddar, mostaza, pimienta roja molida y cerveza que se cocina en el horno. Es un plato típico de taberna, ideal para acompañar una pinta de ale. Su nombre proviene de los ingleses y de una interpretación irónica del humilde papel de los lugareños en su colonización. Según se cuenta, los campesinos galeses tenían prohibido comer los conejos que cazaban en las propiedades de los nobles y, en vez de ello, se alimentaban con una especie de pasta de queso fundido. De hecho, en la lengua autóctona (cymraeg), el plato elude las alusiones a los conejos, se traduce simple y llanamente por queso al horno.

Todo lo que uno puede comer en Galés desprende el aroma de lo rural. Empezando por el tatws pum munud, un guiso de patatas, verduras y tocino que las gentes del campo acostumbraban a cocinar en la parte superior de las estufas, que también se utilizaron hasta no hace demasiado tiempo para hervir el agua del té. O el tatws popty, también patatas, esta vez al horno, acompañadas de carne. O el cowl, un guiso de cordero similar al estofado irlandés, donde los puerros sustituyen como ingrediente principal a las patatas y las zanahorias. El mejor cordero que comí en Gales estaba cocinado con en el horno con una salsa de algas y guardaba, por ese motivo, un sabor salino que enaltecía la carne hasta hacerla inolvidable. Las empanadas de algas y avenas (laverbread) sirven para acompañarlo. Tampoco he olvidado las albóndigas (faggots) elaboradas con cordero, hígado de cerdo y cereales. Todo ello sin hablar de los mariscos y del pescado, que junto con el inevitable cordero, es lo mejor que se puede comer en el país galés.

El pasado 27 de octubre se cumplieron cien años del nacimiento de Dylan Marlais Thomas en Swansea, una encantadora ciudad que jamás ha perdido de vista su huella y que estos días celebra la efemérides de su poeta más ilustre. Si cuando se encontraba en Laugharne, solía abrevar en el bar del Brown´s, un lugar habitual para él en Swansea había sido antes el Hotel Queens, situado en la esquina entre Burrows y Cambrian Place, un edificio con carácter, rodeado de casas de estilo eduardiano que alguna vez fueron oficinas o viviendas de importantes armadores de buques. Thomas frecuentaba el local, animado y ruidoso, donde se reunían para beber y comer gentes de mar, cuando era reportero en el "South Wales Evening Post". Aún no había dicho aquello de "alguien me está aburriendo, creo que soy yo". El pub, con sus paredes adornadas con fotos de la tradicional vida marinera, siguió siendo muchos años un lugar agradable donde divertirse. La buena cerveza de barril garantizaba el entretenimiento.

No menos entretenida pero inabarcable resulta la guía de bares donde Dylan Thomas bebió a lo largo de su corta pero húmeda vida. Sin contar los garitos de Nueva York que lo acompañaron en su última travesía alcohólica, al menos en Gran Bretaña habría que citar otros tres. Sin salir de Gales, en el pueblecito pesquero de New Quay, está el Black Lion, escenario de tempestuosas borracheras. En Londres, tuve la oportunidad de beber en la misma barra que él lo hizo, en The Wheatsheaf, en el barrio bohemio de Fitzrovia, donde se enamoró de la que más tarde sería su mujer, Caitlin, hija de un poeta y capaz de seguirle por todos los bares del mundo. Otro parroquiano importante de The Wheatsheaf era Anthony Burgess, que tampoco lo hacía mal jarreando, a quien a finales de los años cincuenta le diagnosticaron un tumor cerebral incurable y que milagrosamente, sin embargo, consiguió vivir hasta 1993. The Ship Inn, en la localidad pescadora de Mousehole, Cornualles, es otro de los bares de Dylan Thomas. Allí pasó la luna de miel en compañía de Caitlin, el famoso récord de los dieciocho whiskies puros bebidos de una sentada estaba en proceso.

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