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Roberto González Alves y la belleza de lo imperfecto

El joven artista expone "Retrato impermanente" en el Museo Liste hasta el 28 de febrero

Arriba, un niño riega el musgo de una pieza durante una visita escolar. A la derecha, varias obras de la exposición. // Cristina Graña

El wabi-sabi es un término estético japonés que alude a la belleza de lo imperfecto. Así, si en Occidente los ideales griegos de la belleza y la perfección están en la cúspide del proceso artístico, en Japón lo ocupa este ideal basado en lo natural, lo humilde y lo efímero.

Precisamente esta impermanencia es lo que desprende y da nombre a la nueva exposición temporal del Museo Liste, donde el joven artista Roberto González Alves, a través de la dialéctica naturaleza-arte, invita a reflexionar sobre la observación de lo natural, que en su obra se convierte en sujeto artístico.

"Retrato impermanente", que se puede contemplar hasta el próximo 28 de febrero, surge del descubrimiento del wabi-sabi por parte de este recién graduado en Bellas Artes. "Conocí esta corriente y quise aplicarla en mi entorno, porque sentía que lo tenía cerca pero que era algo que no apreciábamos", relata.

A partir de este punto de partida fue creciendo su Trabajo de Fin de Grado, en el que, de la mano de su tutora, se sumergió en el origen de su gusto por lo pequeño, por lo efímero. "Me di cuenta de que todo lo que me había rodeado de niño, en la aldea, me había marcado más de lo que esperaba. Estas obras son reflejo, sobre todo, de mi infancia".

Musgo, cortezas e incluso nidos se convierten en elementos artísticos tras su paso por las manos de Roberto. "Al principio me enfrenté al problema de que coger plantas vivas y dedicarme a enmarcarlas era básicamente hacer macetas. Fue entonces cuando indagué sobre el marco a nivel histórico y decidí utilizar una estética como de salón de abuela, muy recargada, con marcos muy dorados, excesivos, rococós, que dan una sensación de conjunto a todas las obras", explica.

Son, además, obras cambiantes a las que hay que prestar atención y cuidado, ya que según se van secando o regando, van cambiando día a día. Esto convierte a la exposición en 'interactiva', y son los propios espectadores los que pueden regar las piezas marcadas que necesitan agua del vaporizador que se encuentra en la sala.

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