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Vuelta a Europa sobre dos ruedas

Durante casi dos meses, el vigués Diego Celaya recorrió el continente montado en su vespa

'Conquistando' Nordkapp. // Diego Celaya

54 días, 19.140 kilómetros, 32 países. En estas cifras se condensa la aventura motorizada que Diego Celaya inició en Vigo el pasado mes de junio y que le llevó a dar la vuelta a Europa montado en su vespa.

El viaje la emprendió con Juan Zaragoza, un amigo con el que ya había recorrido España y Portugal. Sin embargo, su compañero tuvo que regresar cuando estaban llegando a París. Tras unos momentos de duda, y animado por su padre, finalmente Diego decidió continuar la travesía teniendo como única compañía la Vespa MagnetDriver, un modelo clásico de 33 años que restauró él mismo en el garaje de su casa cuando tenía 17.

La aventura no estuvo exenta de problemas. Es más, no pudo finalizarla montado en la moto, que en Ponte de Lima, a menos de 60 kilómetros de casa y con los rodamientos demasiado gastados, decidió que no quería completar el 0,3% del viaje que quedaba por hacer. Unas semanas antes, en Finlandia, se le agujereó el pistón y tuvo que esperar seis días en Rovaniemi -ciudad natal de Santa Claus- hasta la llegada de la pieza nueva que le permitió continuar su viaje, esta vez rumbo al sur. En Albania, al repostar en una estación de servicio, le llenaron el depósito con combustible rebajado con agua. "Se me paró la moto y al abrir el carburador, vi una gota rara que no era gasolina. Me habían advertido de que no repostara en gasolineras pequeñas, pero esto me pasó en una de una marca conocida, así que supongo que te puede ocurrir en cualquier lado".

Exceptuando estos percances, esta vuelta a Europa solo le ha traído satisfacciones. "Era mi viaje soñado desde que estuve de Erasmus en Portugall, donde conocí a mucha gente de toda Europa. Lo tenía planeado desde hace unos tres años y este verano me lancé", explica.

A sus 26 años, este joven ingeniero industrial dejó su empleo para emprender la travesía. "Era ahora o nunca. Me han dejado la puerta abierta por si quiero volver, pero para mí, este viaje ha sido también un modo de probarme y quizá me anime a buscar trabajo fuera de España".

De entre todos los países visitados, el que más le impresionó fue Noruega, que recorrió de sur a norte hasta llegar al punto más septentrional de Europa, Nordkapp, la meca de los motoristas europeos. "La gente es super amable y los paisajes son increibles, con esos fiordos donde te encuentras montañas nevadas de 1.500 metros de altura al lado del mar. Además, en esta época el sol no se pone en el círculo polar ártico. Es el sol de medianoche y es alucinante ver cómo a las doce sigue ahí, con los colores de la puesta de sol pero sin bajar más", recuerda.

Cultura vespera

A lo largo del viaje, Diego hizo escala en los vespaclubs que fue encontrando por el camino, contactando así con amantes de esta moto mítica de toda Europa. "La cultura vespera está extendida por todo el continente. Yo pensaba que en países como Polonia, Bosnia o Croacia no iba a encontrar vesperos, ya que hasta no hace tantos años pertenecían al bloque del Este y no tenían este tipo de vehículos. Me preocupaba, además, por el tema de los repuestos, pero no hubo ningún problema: vesperos hay en todos los lados y también talleres. Además, ahora con las mensajerías te pueden mandar los repuestos desde España y en dos días los tienes".

Con una media de 400 kilómetros, Diego pasó hasta siete horas por jornada encima de la moto, que no forzó más allá de los 80 kilómetros/hora para guardar la mecánica y no hacer sufrir al motor. "Más de una vez me encontré hablando conmigo mismo", recuerda riéndose, al tiempo que afirma que el hecho de viajar fue un acicate para conocer a más gente. "Estás más abierto a buscar conversación y hablar con todas aquellas personas que te vas encontrando por el camino. Y si no compartes el idioma, te comunicas con gestos y listo".

La afabilidad de la gente es un rasgo que hace común a todos los lugares por los que pasó. "En Noruega, estaba esperando por un ferry y un señor que iba con su hija empezó a hablar conmigo y a los tres minutos ya me había invitado a su casa y a desayunar".

La ruta seguida no se ciñó a carreteras principales y ciudades. "Lo bueno de la moto es que te permite conocer más a fondo los países, sus pueblos y sus gentes", opina. En las grandes urbes solo permanecía una noche "para ver lo básico. Es una forma también de conocer lugares a los que me gustaría volver más adelante. Por ejemplo, tengo un 'giro' pendiente por Italia. Croacia y Montenegro me encantaron también. En general, me gustaron mucho todos los países balcánicos, que tenemos tan cerca y sin embargo, conocemos muy poco".

De Serbia y Albania destaca las diferencias sociales -"Ves por el medio de la ciudad carruajes de caballos y al lado, un BMW X6 de 100.000 euros"- pero, sobre todo, la amabilidad de los balcánicos. "Hay muchos prejuicios con respecto a Albania, un país que hasta hace nada estaba totalmente aislado. En España desconocemos su historia, solo nos advierten de que no vayamos o de que tengamos cuidado de dónde nos metemos. Pero son muy amigables", afirma.

Aunque esta vez, después de casi dos meses a lomos de la Vespa MagnetDriver, el viaje lo hará en coche.

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