Caminar por el lugar de Paramos es caminar por la tragedia y destrucción. A un radio de cuatro kilómetros desde la nave donde se produjo el estallido todo es tierra. Solo una construcción aguantó en pie la potente onda expansiva que hizo temblar a media provincia: la Iglesia de María Madre de los Jóvenes.

Su aspecto exterior dista mucho del interior y aunque la estructura haya aguantado la embestida del estallido, lo cierto es que hay un grave riesgo de desprendimientos o incluso, de su derrumbe. Para evitar que la iglesia que guió en la espiritualidad a cientos de jóvenes pierda su historia y riquezas, un grupo de ocho voluntarios llegados de Tui y Guillarei, junto con la inestimable y solidaria ayuda de bomberos, no dudaron en adentrarse entre sus muros para rescatar las reliquias que atesora.

Emilio Estévez y su mujer Mónica fueron dos de los voluntarios. "Cargamos dos furgonetas con cientos de libros antiguos, monográficos... Guardan un gran valor inmaterial y también personal, porque el que hasta hace dos meses era su párroco, Don Celso, está muy mayor y ya no podía ocuparse de su mantenimiento y menos en estos momentos", aseguraba este vecino.

Debido al nefasto estado en el que se encontraba su interior, con ventanas rotas, paredes y techos derruidos y suelos resquebrajados, un grupo de bomberos del Consorcio de Pontevedra no dudaron en echarles una mano. Ayudados de una cuerda, los efectivos descargaron decenas de bolsas repletas de libros y otros objetos de valor además de velar por la integridad de los voluntarios que se adentraron.

A estos voluntarios se unió también el párroco Don Ángel, colaborador de Don Celso en sus funciones de sacerdote. Su impresión al recorrer los pasillos todavía le estremecía. "Don Celso puso mucha ilusión en este lugar y desde luego hay mucha gente vinculada a él, aunque no estaba como antes, este lugar fue protagonista de grandes momentos. ¿Cómo me lo he encontrado? Madre mía, tenía un aspecto fantasmal, estaba muy cuidadito y ahora esta destrozado, catastrófico", reconocía Don Ángel, que reconocía que a pesar del derrumbe de decenas de casa, la iglesia fue capaz de aguantar. "Aquí está el edificio, pero aquí está, de pie, de una pieza; lo más importante es que no hubo daños personales por aquí; pudo haber sido muchísimo peor", advertía el párroco, ahora habitual de Domaio.