Delitos continuados de abuso sexual a menor de 16 años, exhibicionismo, provocación sexual y exhibición de pornografía cometidos ante 18 menores de edad. Esta es la acusación que formula la Fiscalía contra Carlos Viéitez "Papuchi", un hostelero vigués de 42 años y para el que ha solicitado una pena de 54 años y 3 meses de prisión.

El encausado permanece en el penal de A Lama de forma provisional desde abril tras no abonar la fianza de 50.000 que se le interesaba por parte del Juzgado de Instrucción 6 de Vigo encargado del caso. La representante del Ministerio Público solicita además una indemnización para los menores que suma 38.000 euros además de diez años de libertad vigilada, una vez cumplida la pena en caso de ser condenado. Demandan también que el encausado no se aproxime o comunique con las presuntas víctimas a menos de 500 metros durante cuatro años, menos en relación a un menor al que aumenta este periodo hasta 10 años.

Las acusaciones particulares personadas en la causa solicitan todavía una pena mayor que la calificación fiscal al atribuirle también a Carlos Viéitez un delito de agresión sexual y no contemplar la absorción de delitos como sí sostiene el ministerio público.

Los hechos por los que el hostelero vigués es acusado datan entre los años 2015 y 2017; y si bien la gran mayoría de los menores contaban con edades comprendidas entre los 15 y los 16 años, hay adolescentes de 13 y 14. La fiscal sostiene que "Papuchi" se "aprovechó" de su trabajo en un restaurante próximo a la zona "de moda" de los jóvenes para entablar contacto con ellos. Pero no solo era amistad lo que procuraba, sino "que pretendía obtener una conducta de naturaleza sexual".

Para ello se valía de los chicos que ya conocía para que les presentasen otros nuevos. "Iniciaba el contacto a través de la presentación de algún amigo común, del que obtenía, su edad, y colegio al que asistía", recoge el escrito fiscal.

Tras ello "les pedía su número de teléfono o los localizaba en sus redes sociales". Era a través de aplicaciones móviles cuando él presuntamente en primer lugar les enviaba fotos "primero vestido y luego desnudo" que iban subiendo de tono. Tras esto supuestamente animaba a los jóvenes a hacer lo mismo, tildándoles de "rajados"o de que "la tenían pequeña sino lo hacían".

El "modus operandi" era casi siempre igual. Tras ganarse la simpatía de los adolescentes les mandaba fotos íntimas, les animaba a masturbarse y que le enviaran fotos a él, cosa que la mayoría se negaron a realizar. Ya en su casa, les invitaba en grupos pequeños, les ponía vídeos porno y les instaba a masturbares todos juntos, o entonces intentaba -algunas veces con éxito- tocar el pene de los menores, si bien paraba cuando estos se lo reprochaban o incluso se hacía pasar por masajista terapéutico para tocar a los jóvenes. Estos presuntos actos tenían lugar tanto en el domicilio del acusado como en su restaurante o en su barco Ipanema.

Fue precisamente en el "reservado" de La Fiorella donde grabó a algunos de los chicos mientras se masturbaban. Si bien generalmente dejaba de intentar tocarles en cuanto se lo pedían, como ocurrió en al menos 7 ocasiones, según el escrito fiscal, en dos se produjeron situaciones violentas: uno de los menores pidió auxilio a otro en casa del hostelero porque éste le tiró encima de una cama y se echó sobre él, vestido, aunque "fingiendo relaciones sexuales" y otro tuvo que "sacárselo de encima empujándole contra la mesilla". Les invitaba a copas o incluso a prostíbulos a aquellos que se "masturbaban antes".