David Turpin, de 57 años, y su esposa Louise Anna Turpin, de 49, vivían en Perris, California, con sus 13 hijos. En las redes sociales simulaban llevar una vida normal, pero los vecinos nunca los veían. Esta semana, una de las hijas escapó y alertó a la policía. La casa de los horrores que las autoridades encontraron ha traumatizado a todo EEUU. Se trata de uno de los peores casos de abuso infantil, que integra abuso sexual y torturas.

El fiscal del distrito de Riverside, al explicar los cargos contra David y Louise Turpin, reveló el infierno que se ocultaba en la casa. Los 13 hijos etaban desnutridos y malolientes. Pensaron que todos eran niños, pero había un hijo incluso de 29 años. El más pequeño tenía dos y es el único que no presentaba signos de malnutrición. Les imputan cargos de tortura, de confinamiento, de abuso infantil y de abuso de adulto dependiente. El padre fue también acusado de actos lascivos por la fuerza o a través del miedo contra una de sus hijas, de 14 años. La fiscalía consideró que no hubo tortura o abusos hacia la menor de las hijas, de dos años. Todos los cargos conllevan a una pena de entre 94 años de prisión y cadena perpetua.

Ambos, esposados de manos y pies, se declararon no culpables de todos los cargos en una audiencia en la que se mostraron tranquilos y a la que -a petición de sus abogados- se presentaron vestidos de negro y no con uniforme presidiario.

La policía encontró en la casa a tres niños esposados, con cadenas y candados, una práctica repetida, en la casa sucia y maloliente. Todos los niños fueron sometidos a "abuso prolongado", que incluía palizas y estrangulamiento como forma de castigo, además de no permitirles más de un baño al año y que nunca se les llevó a un odontólogo y pocas veces al médico. "Muchas veces no eran desencadenados para poder ir al baño", señaló Hestrin en una rueda de prensa.

"Si los niños eran encontrados lavándose por encima de la muñeca eran acusados de jugar con agua y encadenados", añadió. Cuando no estaban en cadenas, estaban encerrados en cuartos diferentes. No se les permitía tener juguetes, aunque las autoridades encontraron varios aún en su paquete, "nunca abiertos". Tampoco comían dulces aunque las tartas y pasteles llenaban las mesas.

El fiscal señaló que la joven que llamó a las autoridades planificó su fuga dos años y que al salir por una ventana iba a acompañada por un hermano que regresó por miedo. Al verla, los oficiales pensaron que era una niña por su aspecto menudo y su delgadez. Lo mismo ocurrió con el resto de los hermanos, que parecían todos menores, aunque siete de ellos tienen en realidad entre 18 y 29 años.

Los 13 fueron llevados a hospitales de la zona y "están aliviados", dijo Hestrin, que los podría llamar para testificar en corte.