Un vigués se enfrenta a una pena de 10 meses de prisión y a una orden de alejamiento de 500 metros durante dos años de su hijastro por supuestamente haberle dado una bofetada tras recriminarle su forma de estudiar: el menor, según explicó el acusado, estaba tumbado en la cama con la luz apagada "y ni siquiera miraba para el libro". "Pasé por delante de su puerta y solo le comenté que esa no era forma de estudiar", apunta el padrastro, quien a preguntas del fiscal reiteró su inocencia. "No le golpeé; el niño tampoco tenía marca alguna en la cara", reiteraba. Su afirmación no fue así ratificada por una perito médica que atendió al menor, quien sí afirmó durante la vista que el adolescente presentaba cuando lo revisó en 2015 una marca de dedos en la cara.

Las versiones del padrastro y del joven de 16 años son dispares. El menor, que ahora reside con sus abuelos "por miedo" aseguraba que el día de los hechos, el 2 de marzo de 2015, se encontraba en su habitación, "tumbado en la cama y apoyado en el armario". "Me dijo que tuviera cuidadito con él y me dio una bofetada con la mano abierta", reiteró el menor, quien apunta que tras este suceso acudió la academia en la que estudiaba. "Fui a la academia y al salir llamé a mi abuelo para que me viniera a buscar y me llevara al médico", declaró el menor tras un biombo para no tener que coincidir con la pareja de su madre.

Insultos y gritos

Fue precisamente la relación del menor con sus abuelos y otro presunto episodio de violencia doméstica las que centraron gran parte del juicio. Este segundo altercado tuvo lugar el 17 de marzo. El menor explicó que ya vivía con sus abuelos, si bien por consejo de la Fiscalía de Menores acudió al domicilio materno para intentar reconducir la situación. "Yo estaba en el baño con el móvil", y tras una discusión con su madre, el acusado "me cogió por la capucha y me arrastró al salón donde me insultó". El padrastro del menor niega tal suceso y afirma que el niño "estaba golpeando a la madre, por lo que me vi en la obligación de sujetarlo", representó el hombre, quien junto a su pareja y madre del menor aseguraron que está influenciado por los abuelos. "Yo interpuse una denuncia contra ellos porque se llevaron a mi hijo de la academia sin permiso, el niño tienen que vivir conmigo que para eso soy su madre", esgrime la mujer. "Al niño algo le pasaba, estaba arisco, se le veía nervioso; estaba cambiando su actitud. Se veía venir que algo pasaba con los abuelos", apuntaba el acusado. La psicóloga propuesta por la defensa del varón que se entrevistó con el adolescente ratificó las sospechas de la progenitora y su pareja afirmando que el niño "hablaba y contestaba en plural", si bien no confirmó que se tratase de un menor "desequilibrado, como mucho con un poquito de ansiedad", explicaba por videoconferencia.

El acusado hizo uso de la última palabra para indicar que estos sucesos y denuncias se debe a que ni el niño ni la familia de la mujer aceptan "que su hija tenga una nueva relación".