"La situación es tremenda. El nivel del mar ha subido muchísimo y el agua anega las calles y bajos". Es la descripción que realizaba ayer Francisco Da Silva, un pontevedrés natural de Combarro residente en Brickell, el centro financiero de Miami, en Brickell, sobre lo poco que había podido ver del exterior. Decidió el sábado quedarse en casa con su familia pese a la orden de evacuación que afecta a más de 6 millones de personas y aseguraba a última hora de la tarde de ayer que "el ruido atronador del viento sin poder ver qué pasa fuera causa una angustia terrible". Apenas había podido observar las inundaciones y la fuerza del viento en momentos en que "bajamos a fumar o a ver cómo está el garaje, donde el agua llega ya por los tobillos".

Subía el volumen del televisor para tratar de silenciar las brutales rachas y el traqueteo de las ventanas, pero no lo conseguía. "¿Lo escuchas?", preguntaba al otro lado del teléfono.

"Lo más fuerte ha llegado sobre las doce y seguimos atemorizados", comentaba en torno a las tres de la tarde (hora local). Al menos, su edificio se había librado del apagón que afectaba a "todos nuestros amigos y compañeros de trabajo" y pudo entretenerse con el fútbol español. "Por suerte el Celta nos ha dado una alegría. Ahora veré otro partido para pasar el tiempo entretenido", señalaba.