Las cuatro paredes de la sala noble de la Audiencia Provincial de Pontevedra, que habitualmente acoge la celebración de los juicios con jurado popular, han escuchado a lo largo de los años relatos de crímenes terribles. No obstante, la especial dureza de este último juicio por la muerte de las pequeñas Amaya y Candela en Moraña a manos de su padre provocó ayer que por momentos incluso se rompiera la coraza que parece blindar a todos los juristas en el ejercicio de su función.

Fue el caso del fiscal Alejandro Pazos, quien representa al Ministerio Público en este complejo proceso desde el momento mismo en el que se comenzó a instruir la causa, hace ahora casi dos años. Tras escuchar la lectura del veredicto de culpabilidad del jurado, al fiscal (que días antes había calificado el crimen de "horripilante") se le rompió esa coraza mientras ratificaba su petición de prisión permanente revisable para Oubel y tuvo que detener su alocución al no poder contener las lágrimas.

La emoción también embargó al final del juicio al abogado de la acusación particular, Valentín Vallejo, que representa a la madre de las dos niñas asesinadas. Al salir de la Audiencia se detuvo a petición de los medios de comunicación, pero la intensa emoción apenas le permitió decir un par de frases en nombre de la familia. Espera que la sentencia a la máxima pena que permite el ordenamiento jurídico español ( y que es la que también ellos solicitaban) pueda por lo menos servir de "regalo" a la familia de las menores para intentar "cubrir la ausencia de las niñas", explicó entre lágrimas y muy "emocionado".