Además de los múltiples testigos que presenciaron el asesinato de Daniel Beltrán en la fatídica noche de San Juan en la playa de Arealonga, Chapela, una de las pruebas claves del crimen es el arma con el que se perpetraron los disparos. El revólver que portaba el agresor, de la marca Astra calibre 357 Magnun, fue requerido por los agentes de la Policía Nacional una vez fue detenido el varón para proceder a su estudio, que determinará el origen del arma y si fue empleada en otros delitos - el acusado contaba con múltiples antecedentes, como el de atentado a agentes de la Guardia Civil contra los que llegó incluso a abrir fuego-. Estas pruebas de balística, entre las que se engloba el casquillo percutido o baina (al tratarse de un revolver éste no se desprende al disparar una bala, a diferencia de las pistolas convencionales), una fotografía del arma o la marca de una bala a su paso por el cañón tras ser disparada, serán remitidas a Madrid para un estudio más pormenorizado del revólver.

Los exámenes a estas periciales pueden mostrar si se ha intentado limar el número de serie del arma o si su cañón ha sido trucado. La información que se tiene por el momento del arma, además de su peculiaridad y gran potencia (un disparo a escasa distancia atravesaría incluso un chaleco antibalas), es que no figura en ninguna lista de revólveres robados o extraviados. Su facilidad de uso al carecer de gatillo y no encasquillarse también favorece la preferencia por los revólveres en detrimento de las habituales pistolas.

José Luis Luna, el presunto asesino, no abandonó el arma en ningún momento de la noche. Si ya varios testigos vieron cómo la exhibió durante la fiesta en las hogueras, este vigués no se amedrentó ante los gritos de los agentes que exigieron su desarme, hasta tal punto que, según las fuentes consultadas, Luna echó mano a su bandolera en la que se entreveía el mango color madera de su revolver gris oscuro municionado y ya fuera de su funda.

Tras lograr su arresto, la Policía Nacional de Vigo lo trasladó a la comisaría, donde además de amenazas e intimidatorias a los agentes tanto en el trayecto en coche, del que no quería bajarse, como ya después en calabozos; llegó a intentar morder a uno de los policías, tirarse al suelo e incluso autolesionarse en la cabeza. Estos golpes propiciaron que tuviera que ser trasladado a un centro sanitario con su consiguiente parte de lesiones, según fuentes consultadas.