Portugal continúa sin lograr contener el devastador avance del gran incendio que azota el centro del país desde el pasado sábado y que, no solo no ha remitido como se esperaba, sino que se extiende hacia el norte pese al trabajo sin descanso de los más de tres mil efectivos, entre bomberos, miembros de Cruz Roja y del ejército, desplazados a la zona más afectada para sofocar las llamas y prestar ayuda a las personas de las numerosas aldeas evacuadas.

Los mayores incidentes se registraban ayer en las comarcas de Góis y Pampilhosa da Serra, donde a media tarde ya habían sido desalojados una treintena de pueblos ante la amenaza de las llamas. Además, una de las principales vías de comunicación entre las poblaciones de la Sierra de Lousã, la carretera nacional 112, fue cortada a cualquier vehículo que no fuese oficial para evitar que pudieran ser atrapados por las llamas, como ocurrió en las primeras horas en la ya conocida como "carretera de la muerte".

El frente más al norte del incendio, hacia donde ayer soplaba el fuerte viento, arrasó la población de Soerinho (comarca de Pampilhosa da Serra), a unos 40 kilómetros de Pedrógão Grande, hecho que revela el considerable avance del fuego en los últimos días.

En todas las comarcas por las que pasó el incendio desde entonces había aún ayer focos activos, algunos con especial virulencia, por lo que desde el centro de operaciones donde se controlan todos los trabajos de extinción, se reforzó la presencia de medios terrestres y aéreos.

El momento de mayor confusión del día llegó a mitad de la tarde, cuando Protección Civil informó de la caída de un avión Canadair que arrojaba agua en un foco del término de Ouzenda, en la comarca de Pedrógão Grande.

Sin embargo, dos horas después, el comandante de este organismo, Vítor Vaz Pinto, aseguraba que no tenía "conocimiento de la caída de ningún avión" al servicio de la Autoridad Nacional Protección Civil (ANPC). No obstante, reconoció que se enviaron equipos de búsqueda a la zona, al tiempo que precisó que allí había una caravana abandonada con botellas de gas en su interior que pudo haber explotado y crear "confusión".

Las condiciones meteorológicas adversas y la situación aún preocupante en muchas zonas obligaron a reforzar la presencia aérea y terrestre en diferentes focos del fuego, en cuya extinción colaboran medios aéreos de España, Francia, Italia y Marruecos. También se sumaron a las tareas de apoyo a los más necesitados los vecinos de los municipios afectados.

"Apenas hay medios y el fuego es muy peligroso, por lo que todos estamos alerta por lo que pueda pasar", dijo Fernando Alves, trabajador del Ayuntamiento de Pampilhosa da Serra que, junto con otros vecinos, intentaba proteger del fuego las viviendas de la aldea de Vale de Carvalho.

Mientras tanto, los efectivos de Cruz Roja y Protección Civil se afanaban para dar alojamiento a las decenas de personas desalojadas, la mayoría vecinos de pueblos localizados en plena sierra de Lousã.

El balance de víctimas mortales se mantiene en 64, aunque sigue siendo provisional, y el número de heridos se ha elevado a 160, de los que siete se encuentran en estado grave.