No todos los jóvenes con los que entabló contacto terminaron a englosar el que podría convertirse en un nutrido número de víctimas. "Yo lo conocí en Porriño, cuando era DJ y en verdad con nosotros se portaba muy bien, si teníamos algún problema o nos enfadábamos con la novia, él estaba ahí", apunta un joven que mantuvo una relación de amistad con el preso. Pero luego, tal y como relata, la situación cambió. "Empezaba a abrazarnos por todo o a tocarnos la pierna, ahí ya me alejé", sostiene. Años después, el hostelero se trasladó a Vigo, pero los mensajes a este joven, según cuenta, eran constantes. "Me invitaba a su barco, a comer en el restaurante, a salir de fiesta, como si fuera un amigo más, pero luego en sus fiestas no había más que chicos pequeños", apunta este vecino de Porriño.