Cuando José Estors, de 42 años, regresó a Roma tras pasar las vacaciones navideñas en su Vigo natal se encontró con varios cuadros tirados en el suelo de su casa. De inmediato supo que era por los temblores que con frecuencia afectan al centro del país. Ayer, los terremotos lo sorprendieron en su trabajo en el departamento de Pesca y Acuicultura de la FAO, en Viale Aventino, en el centro de la capital italiana. "El segundo es el que más se sintió; pero lo viví con tranquilidad, estamos acostumbrados", afirma este vigués, que no abandonó el edificio. "Algunos compañeros sí salieron, pero no hubo sensación de peligro", cuenta. El inmueble que sí fue evacuado fue el del Istituto Nazareth, en Vía Cola di Rienzo, donde María García, de 31 años y de A Coruña, es profesora de español. "Aquí los temblores de hoy [por ayer] se sintieron bastante, quizás porque es un edificio antiguo", describe. Tras bajar al patio por precaución, con el tercer terremoto se decidió que los alumnos volviesen a sus casas.

Los seísmos de ayer, con epicentro a unos 100 kilómetros de Roma, se sintieron con intensidad en la capital, lo que obligó a suspender durante horas servicios de transporte como el metro. "Como se están repitiendo de forma frecuente, ya estás muy sobre aviso; al sentirlos, sobre todo si son intensos, que es más extraño aquí en Roma, es inevitable que todo se mueva y que tengas una reacción instintiva de alarma, pero afortunadamente pasa rápido", cuenta Estors.

María dice que hasta el trágico seísmo de Amatrice de agosto no había sentido ningún temblor. "Por desgracia no sabes cuándo se van a producir. Los de hoy [ayer] al menos fueron de día, que reaccionas mejor; de noche no sabes qué hacer, si salir o no de casa...; sientes más pánico", concluye.