La empresa Cablerías Auto afrontó uno de los inicios de semana más extraños y complicados de cuantos han vivido trabajadores y responsables de la compañía desde que se asentaran en As Gándaras. Los directivos de la auxiliar de Citroën presente en Porriño y en Portugal, conscientes de la gravedad de lo sucedido, delegaron la responsabilidad de informar a un gabinete de comunicación externo. A través de él, hicieron público que los 500 trabajadores de Porriño y Valença guardarían un minuto de silencio, a las 13.55 horas, tras la lectura de un comunicado en el que expresaban su solidaridad con los familiares y amigos de Ana Enjamio, y su condena de la violencia contra las mujeres por considerarla "una de las lacras más dañinas y arraigadas en la sociedad actual".

Del minuto de silencio no se pudieron ver imágenes, pues tuvo lugar en el interior de la fábrica, pero sí se pudo sentir una fuerte ovación al final del mismo desde fuera del recinto. Según ha podido saber FARO, Ana Enjamio, ingeniera industrial superior especializada en Organización, era querida y respetada por la parte de la plantilla que más había tratado con ella durante sus casi 18 meses de estancia en la empresa. Querida por buena compañera y respetada porque cundía la idea de que estaba haciendo un buen trabajo dentro del departamento de Planificación de la compañía. En él llevaba ya un tiempo, después de haber dejado atrás su período de becaria en el que fue formada por el presunto asesino, César Adrio Otero, que hasta el viernes ejerció como técnico de Organización y que llevaba al menos 12 años trabajando en la factoría porriñesa.

Hasta las 14.00 horas, momento en que finalizaba el turno de mañana, la jornada fue tranquila, incluso rutinaria. Apenas una decena de proveedores que entraban y salían de las instalaciones rompían un poco la armonía habitual. Fue con el cambio de turno cuando se pudo comprobar que para una buena parte de los trabajadores el golpe había sido duro. Los testimonios fueron muy pocos y las ganas de hablar eran comprensiblemente inexistentes. Uno de los pocos que sí tuvo fuerzas para hacerlo revelaba lo que bien podría ser el sentimiento de incredulidad general: "Es increíble que un compañero haya podido hacer eso; estas cosas las ves por la televisión pero no te imaginas que puedan pasar en tu entorno; ha sido un día muy duro", declaraba este trabajador antes de emprender el camino de vuelta a casa.