El empresario vigués Severo Garrido Méndez llevaba décadas al frente de empresas de exportación cuando fue detenido como cabecilla de una red de importación de cocaína desde Sudamérica en contenedores a través los puertos de Vigo, Marín y Lisboa. Cuando en 2011 fue detenido con uno de sus empleados, el también vigués Alberto Cabezas, por un alijo que llegó a Lisboa oculto en latas de piña desde Colombia, tenía 63 años y carecía de antecedentes, si bien las fuerzas antidroga llevaban años investigándole y sospechan que desde hace más de una década se dedicaba al narcotráfico. Aunque negó su participación y aseguró que se trataba de un "gancho ciego", es decir que alguien usaba sus importaciones legales para ocultar la droga sin su conocimiento, ni la Audiencia de Pontevedra ni el Supremo han creído su versión.

La sala de lo Penal del Tribunal Supremo acaba de ratificar la condena de 8 años de prisión y multa de 3,6 millones de euros que impuso al empresario vigués el año pasado la Audiencia de Pontevedra por la cocaína de Lisboa y también los 4 años y medio de cárcel para su colaborador tras desestimar sus recursos.

El Alto Tribunal valida las escuchas telefónicas, descarta que el caso correspondiera a la Justicia portuguesa -donde fue juzgado un socio luso del vigués- y considera que existen pruebas suficientes para condenarle, y no "meras conjeturas" como sostenía su defensa. Seguimientos, mensajes, y conversaciones le sitúan al frente de la trama de narcotraficantes.

Amistades peligrosas

Fueron los contactos de Severo Garrido con otro grupo de narcos que investigaba un juzgado de Ponteareas los que pusieron sobre su pista a la Unidad contra la Droga y el Crimen Organizado (Udyco) de la comisaría de Vigo. Ya le seguían los pasos cuando en octubre de 2010 las autoridades de Ecuador se incautaron de un contenedor cargado con merluza congelada que ocultaba casi 500 kilos de cocaína y estaba preparado para su envío a España. Concretamente al puerto de Marín, siendo su destinatario Severo Garrido a través de la mercantil "Garrido Import Export".

El empresario, también bajo investigación del Servicio de Vigilancia Aduanera, era también titular de Vigo Fisch, una empresa sin actividad en aquel momento y no constaban en la Agencia Tributaria datos de salidas de dividas que acreditasen el pago por parte de importaciones por parte de Garrido Import Export SL, mientras que un volumen muy importante de dinero tenían como destinatario a la entidad Canasta do Tejo Lda, de la que también era accionista mayoritario.

La aprehensión en Ecuador y la presión investigadora policial, obligó a Severo Garrido a trasladar la llegada de los alijos a Portugal, según el fallo judicial. Ordenó a su cómplice Alberto Cabezas hacerse con nuevos teléfonos móviles y estableció contacto con el colombiano Antonio Cruz Vásquez Salazar para tratar de introducir la cocaína por el país vecino, para lo que contó con la colaboración de Belarmino Nunes, ya juzgado en Portugal. Al puerto de Lisboa llegó el último cargamento que se atribuye a la red, 41 kilos de cocaína ocultos en latas de piña que tenían como destino la empresa de su socio luso.

Un narcoarrepentido

El narco colombiano, juzgado con Severo y Alberto en la Audiencia de Pontevedra el año pasado, es el único que no recurrió su condena. Tras un acuerdo con la Fiscalía Antidroga confesó los hechos e inculpó a los dos vigueses. Aceptó seis años y un día de prisión, aunque solicitó la suspensión de la condena y ser expulsado de España temeroso de represalias.

Los beneficios para la trama, según el Supremo, habrían sido de más de 19 millones de euros si la droga hubiera llegado al mercado ilegal.