"Esto es la guerra". Estas palabras resumen a la perfección el acoso extremo sufrido por una pareja durante más de dos años mediante amenazas telefónicas, pintadas ofensivas con referencias a la pederastia y las drogas, la agresión de un encapuchado armado con una pistola eléctrica, daños en sus vehículos y hasta la distribución indiscriminada en plena calle de unas cuartillas impresas con fotos suyas con un texto en el que se anunciaba que ofrecían servicios sexuales. "Están enfermos de miedo", describe una psicóloga que trató a las víctimas. El caso llegó ayer a juicio en Vigo y en el banquillo se sentaron el principal acusado, Carlos G.M., dueño de una panadería en Vilagarcía de Arousa, junto al otro procesado, Antonio R.R., amigo y empleado ocasional suyo que supuestamente cooperó con las llamadas intimidatorias. El fiscal estima que, movido por la venganza, el empresario "ideó" y ejerció el "control" de este plan de acoso hacia los perjudicados, una exempleada suya y su pareja, con un claro fin: frenar una demanda laboral interpuesta por ella y que le obligaba a pagarle casi 40.000 euros.

La Fiscalía acusa al principal acusado de cuatro infracciones: delito continuado de obstrucción a la justicia, de daños, de lesiones (leve) y de falsedad. Solicita que sea condenado a 6 años de cárcel, 21.600 euros en multas y 22.033 euros de indemnización a la pareja. Para el amigo reduce su solicitud a 2 años y 8.000 euros de responsabilidad civil, aplicándole una atenuante de reparación del daño ya que consignó 2.000 euros en el juzgado y admitió haber hecho las llamadas - "me arrepiento", afirmó-, si bien precisó que no fue por indicación de Carlos, sino que lo hizo por iniciativa propia al verlo "fastidiado" por el problema laboral con su extrabajadora, y que no fue con un fin amenazante, sino para que "llegaran a un acuerdo" en ese pleito. La acusación particular eleva sus peticiones de cárcel a 15 años para el empresario y 7 para su supuesto colaborador y solicita más de 160.000 euros de indemnización.

Hechos

El supuesto ideólogo del plan -que consignó 1.000 euros en el juzgado aunque su abogada solicita la libre absolución al estimar que "no hay prueba" de que participara en el acoso padecido por la pareja- se acogió a su derecho a no declarar. Las acusaciones afirman que el germen de las intimidaciones incesantes y el infierno sufrido por la pareja está en que la mujer, que había trabajado en le panadería de Vilagarcía, interpuso demanda de acoso sexual contra otros dos empleados de la misma que ganó y que, junto a otros conceptos, obligaban al propietario a indemnizarla con 40.000 euros. El acusado, que supuestamente quería que la cantidad se limitase a 5.000 euros, telefoneó al marido de su extrabajadora y le habría llegado a decir: "Por cada mil euros que tenga que pagar a vosotros os va a salir más caro, estoy desesperado y voy a ir a por todas, esto es la guerra".

El acoso a la exempleada de la panadería y a su marido se extendió a sus familias y se alargó en el tiempo, tanto cuando tenían su residencia en O Salnés como cuando, por miedo, la trasladaron a Vigo. No solo fueron llamadas. En el centro de trabajo de él aparecieron pintadas. En una ocasión con su nombre y apellido junto al término "pederasta". Otro día el hombre, al salir de trabajar e ir a coger su coche, fue agredido por un encapuchado que llevaba una pistola eléctrica. Los daños en los vehículos de ambas víctimas también fueron habituales, llegando a dejar pintadas en el coche de ella: "Para o seguimos". "Esta navidad bailamos todos", les escribieron en otra ocasión por SMS. "O retiras la demanda o seguimos haciendo daño", les dijeron una de las veces múltiples que contactaron telefónicamente con ellos.

Hubo más hechos graves. Como cuando aparecieron fotos de las víctimas por las calles con la leyenda: "Pareja con apuros hace intercambio de parejas a cambio de dinero" junto al teléfono personal de él. O cuando robaron la matrícula del coche de la mujer El fiscal considera que el empresario la puso en su coche -similar al de la víctima- y, o bien él o un colaborador, pasó por varios radares a gran velocidad. A la perjudicada le llegaron seis multas de tráfico.