Mientras los especialistas de secuestros y homicidios de la comisaría de Vigo buscan a los tres ladrones que el lunes por la tarde torturaron, golpearon y cortaron una oreja a un hombre de 84 años en su casa de A Salgueira para robarle, los vecinos que le auxiliaron al oír sus gritos por la mañana tras pasar toda la noche maniatado todavía no han superado lo ocurrido. La conmoción es grande en una zona rural tranquila, muy próxima a la Gran Vía viguesa. La víctima, Luis P.M., viudo y padre de un fiscal destinado en Santiago, lleva 40 años residiendo allí. Ayer a planta en el Hospital Cunqueiro de Vigo donde le reimplantaron el pabellón auditivo que los agresores abandonaron en el congelador de la casa. Al parecer tiene también rota una costilla y dañado el pulmón, según su entorno.

Los primeros datos apuntan que los tres ladrones accedieron a la finca el lunes pasado desde el parque de A Salgueira a través de unas fincas, cortaron la malla de cierre más alejada de la vivienda y le esperaron en el gallinero. Cuando sobre las siete de la tarde el anciano acudió a guardar las gallinas le sorprendieron y lo redujeron. Desde entonces hasta las 9.30 horas del día siguiente, martes, momento en que sus gritos alertaron a los vecinos, permaneció tirado en el suelo del alpendre: "pudo morir de frío, pasó allí toda la noche", insisten en la zona.

"Un vecino me alertó de los gritos de auxilio y como no teníamos llaves del portal, saltó la valla. Me gritó que avisara a la Policía y que pidiera una ambulancia. Mi nieta dio la alerta mientras yo acudía también a socorrerle", explica uno de los testigos.

"Luis estaba consciente, tirado en el suelo y sobre un enorme charco de sangre bajo una mesa. Yo le corté una brida de la mano y el otro vecino cortó el cable con el que le habían atado los pies. Al levantarlo vimos la salvajada que le habían hecho, le habían cortado la oreja sobre el lado del que estaba tumbado, por eso inicialmente no lo vimos", relata.

La víctima les manifestó que habían sido tres personas. El interior de la vivienda estaba todo revuelto y los cajones tirados porque los ladrones buscaban dinero y joyas. El octogenario, al parecer, les insistía en que no tenía nada en casa, pero no le creyeron. Por eso le cortaron la oreja y finalmente, al irse le dijeron que dejaban el apéndice en el congelador. En principio sólo se habrían llevado el dinero que su víctima tenía en la cartera, que al parecer no era mucho, y un par de joyas, entre ellas un anillo de oro.

Todo apunta que durante un tiempo estuvieron vigilando al anciano y conocían sus costumbres. Habitualmente, según los vecinos, en la casa reside también un nieto de la víctima que se había ausentado durante el puente festivo. De ahí que eligieran el día. "Hay que preguntarse por qué fueron a la única casa donde reside una sola persona cuando en el resto hay varias familias. Sabían a donde iban", sospechan los lugareños.