Cuando la joven llegó a España, siempre según su relato, la red le dijo que tenía una deuda de más de 60.000 euros por el viaje y los ritos de vudú. Estuvo en Madrid, pero después fue enviada a Vigo en autobús. En el autocar conversó con un hombre que iba en el asiento de al lado, al que acabó contando su drama. Él le ofreció ir a denunciar a la Policía, pero finalmente no fueron, y se intercambiaron los teléfonos. Ya en el piso de Vigo, al percatarse ella que la iban a llevar a un club, le mandó un mensaje pidiendo ayuda y describiendo la zona. El hombre alertó a la Policía, que localizó la vivienda y liberó a la joven.