El batería del grupo Los Piratas, el vigués y actual vecino de Ponteareas, Javier Fernández Fernández, falleció ayer en el hospital Meixoeiro de Vigo a consecuencia de un tiro en el abdomen disparado por uno de los guardias civiles que acudieron a su vivienda, por la mañana, después de que los vecinos alertasen al 112 de un presunto caso de violencia de género. Un fallecimiento adelantado ayer en la web de FARO DE VIGO y que puede obedecer a un brote psicótico porque el psiquiatra le había retirado la medicación, según su familia. El músico mantuvo retenidos toda la noche a su mujer y al bebé de dos meses hijo de ambos, hasta que ella pidió ayuda y un vecino de la zona alertó a la Guardia Civil.

Cuando la patrulla llegó al barrio de Costa de Sequeiros, los vecinos indicaron a los agentes que un hombre, muy nervioso y agresivo, estaba encerrado en el domicilio con su bebé y que previamente había agredido a su pareja en la vía pública, según informó la Delegación del Gobierno. Entonces, según las mismas fuentes, una vecina les entregó al pequeño que había estado retenido hasta entonces por su padre, quien -según transcendió- habría llegado a ponerlo boca abajo y amenazaba con matarlo. El bebé fue confiado a su madre, que se encontraba ya a salvo en un coche en el camino anexo a la vivienda.

Los agentes entraron en la casa y se encontraron con Javier Fernández en ropa interior, con actitud muy agresiva y alterado gritando "voy a cortarlos a todos en trocitos", según informó la Guardia Civil. A continuación, se dirigió a la cocina y cogió varios cubiertos con los que hirió a uno de los agentes en la cara. A pesar de tratar de convencerle de que desistiese de su actitud amenazante, el batería de Los Piratas realizó un segundo intento de acuchillar al agente -ya herido con un objeto punzante-, por lo que su compañero utilizó su pistola para reducirlo, según explicó la Delegación del Gobierno.

El disparo le dio en el abdomen y resultó herido de gravedad. Personal sanitario desplazado en una ambulancia medicalizada el atendió en su domicilio y, una vez estabilizado, se le trasladó al hospital Meixoeiro donde falleció sobre las cuatro y media de la tarde.

El Juzgado de Instrucción 2 de Ponteareas se ha hecho cargo del caso y la Guardia Civil ha abierto diligencias internas, al margen de las judiciales, de acuerdo con el procedimiento que se sigue en los casos en los que un miembro del cuerpo utiliza el arma reglamentaria en un acto de servicio.

La mujer de Javier Fernández, su suegra y sus amigos rechazan que se trate de un caso de violencia machista. Aseguran que el fallecido padecía un trastorno bipolar contra el que no se estaba medicando actualmente después de que, recientemente, el psiquiatra le diese el alta médica, a pesar de que su familia insistía en que continuaba necesitando fármacos. Según la familia, el hombre llevaba a tratamiento desde hacía aproximadamente diez años lo que le permitía llevar una vida normal y había evitado crisis cuando se le trataba adecuadamente la enfermedad.

Javier Fernández, músico de profesión, se construyó su propia casa en la parroquia de Guláns, en la que decidieron vivir él y su pareja desde hace nueve años, a pesar de ser ambos de Vigo. En la parroquia impartía clases de música a varios niños.

Según su suegra, Javier había tenido una recaída después del nacimiento de su hijo hace casi dos meses. Su mujer y el bebé estuvieron en peligro tras un parto complicado con hemorragia que culminó en cesárea. "Lo notábamos distinto, incluso con su madre a la que adoraba, se le notaba raro en la mirada", señalaba su suegra en la puerta de la vivienda donde ocurrieron los hechos. Explica que su hija tenía intención de llevarlo de nuevo a un psiquiatra al ver que su estado no mejoraba.

Su mujer, que según los vecinos recibió varios golpes mientras estuvo retenida en la casa, achaca la actuación de Javier a un estado de enajenación motivado por su enfermedad y niega que fuese un maltratador.

De hecho aseguró que nunca antes la había golpeado. A pesar de que sabía que la actitud de ayer se debía a su enfermedad, llegó a temer por su vida y la de su bebé y por eso pidió ayuda. Javier los tuvo retenidos a ella y al pequeño en la casa desde la madrugada, obligándola incluso a desnudarse.

Al comprobar que pasaban las horas y que Javier no conseguía calmarse, su mujer comenzó a pedir ayuda a amigos y vecinos mediante mensajes de teléfono móvil. Uno de los amigos acudió a la casa de la pareja para intentar tranquilizarlo y ella salió de la vivienda para pedir auxilio.

Los vecinos confirman que nunca antes habían oído un enfrentamiento entre ambos y que fue la primera vez que vieron al hombre en esa actitud. La viuda prestó declaración ayer por la tarde en el cuartel de la Guardia Civil. La familia analizaba con su abogado la posibilidad de denunciar la actuación de la Guardia Civil al considerar que la actitud de los agentes pudo ser inapropiada, y también la actuación del psiquiatra que le dio el alta.