Antonio Piñeira Ferreira no llevaba ni dos semanas en Katmandú cuando, a la una del mediodía del sábado, notó como la tierra "se abría en canal". El terremoto que ha sumido en la tragedia a Nepal sorprendió a este vecino de Salvaterra do Miño de 57 años en la sexta planta de un hotel. Pero tras la terrible experiencia - "fue desolador, lo que se me pasó por la cabeza fue la muerte, otra cosa no...", confiesa- ayer pudo por fin abrazar a su familia en un emotivo reencuentro. Este trabajador de la constructora pontevedresa Grupo San José llegaba al aeropuerto de Peinador de Vigo escasos minutos antes de las cuatro de la tarde. Ya a medianoche, casi al cierre de este edición, lo hacían otros dos compañeros suyos de la misma empresa, Javier Martín y Mateo Martínez, de Pontevedra, que también vivieron un seísmo que según reconoció ayer el Ejecutivo de Nepal podría dejar un balance de 10.000 muertos.

En una primera fase, el Gobierno español completaba ayer la repatriación de los españoles rescatados de Katmandú y trasladados a Nueva Delhi tras el movimiento sísmico que asoló al país nepalí, donde sigue sin conocerse el paradero de otros 78 nacionales y continúan otros muchos más ya localizados. El pontevedrés Antonio Piñeira fue una de las personas que ya se reencontró con los suyos: en Peinador no pudo contener las lágrimas cuando vio a su mujer, Pilar Mazaira; a dos de sus tres hijos, Toñito y Raúl; y a su hermana Placeres. Encargado de obra en San José, este vecino de la parroquia de Fornelos de la Rivera de Salvaterra formaba parte del equipo trasladado a Nepal para acometer la ampliación del aeropuerto de Katmandú. El sábado, cuando se produjo el terremoto, era día de descanso. Estaba solo en la habitación del hotel donde se aloja cuando la tierra empezó a temblar. "Ocurrió de repente; cuando te das cuenta ya parecía como si el mundo te viniese encima; nunca pasé por algo así, no era ciencia ficción, hay que vivirlo para saber lo que es...", reflexiona.

Descalzo y solo, salió del hotel y estuvo ocho horas vagando, desorientado. "Estaba como en una nube, sin saber nada, sin poder hablar con nadie, no funcionaban los teléfonos; perdido y desolado en un país en el que no conoces el idioma mientras veías que los edificios se caían", cuenta Antonio. No fue hasta pasadas diez horas cuando pudo contactar con los suyos. Mandar un tranquilizador mensaje por WhatsApp a su esposa. Esta mujer, emocionada, relata que se enteró del seísmo por ese texto que le envió su marido al teléfono. "Le tranquilicé, pero cuando después me enteré de las dimensiones de la catástrofe me quedé consternada", confiesa. No respiró tranquila hasta que ayer, horas antes de que llegara a Peinador, vio a su esposo sano y salvo por la televisión, bajando del avión que aterrizó en Torrejón de Ardoz (Madrid) con parte de los repatriados.

Antonio se siente afortunado por haber sobrevivido a esta tragedia. "Tuve suerte, naces de nuevo", afirma. Pero lamenta la situación en la que queda el país. "Estuve cuatro días sin dormir por los temblores, las réplicas, eran terribles, y se espera que haya más", señala. "Vi a mucha gente muerta, aquello es la desolación total, es triste ver cómo queda: no hay agua, no hay nada...", describe, agregando que tiene amigos allí con los que aún no pudo contactar. "No sé si alguno está muerto o no", se lamenta este hombre, que ahora sólo quiere descansar y que agradece la labor del ministro Margallo. "Si no fuera por él no salíamos de allí; la gestión de las autoridades nepalíes fue muy mala", afirma.

Ya por la noche llegaron otros dos compañeros suyos también de San José, Javier Martín y Mateo Martínez. Al primero el seísmo lo sorprendió en casa y al segundo, en un parking saliendo de un supermercado. "Fue horrible como la tierra empezó a sacudirse; no me lo creía", señala Mateo. Javier define lo vivido en Nepal como "aterrador", igual que lo fueron las primeras réplicas que se produjeron después del terremoto.

El resto de equipo de trabajadores españoles de esta constructora gallega, otras siete personas y cinco familiares. también están ya en sus casas. Las oficinas de San José en Katmandú, ubicadas al lado del aeropuerto, acogieron y ayudaron estos días a decenas de turistas españoles y de otras nacionalidades. Y continuarán haciéndolo al tratarse de un refugio seguro, por ser unas instalaciones de planta baja con cocina y servicios, como recalcaba ayer en Peinador Javier Martín. Allí se quedan ahora trabajadores locales y también voló desde Nueva Delhi otro equipo de la constructora pontevedresa, entre los que hay un vigués.

Con el traslado por parte del Gobierno de 127 españoles primero a Nueva Delhi y después la mayoría de ellos a España -algunos volvieron por su cuenta y otros decidieron permanecer allí-, se da por concluida la primera fase de la repatriación. Pero la labor no ha concluido ya que en Nepal aún siguen 78 españoles sin localizar y hay otros muchos que permanecen en Katmandú, Pokhara o Lukla. Hay dos heridos: uno con congelaciones en las extremidades y un inspector de Policía que se lesionó en las operaciones de rescate.

Miedo

Y mientras, Katmandú despide a sus muertos mientras cientos de miles de personas, entre 340.000 y 420.000 según los cálculos, se marchan de la devastada capital, a donde llegan también nepalíes de todo el país y del exterior en busca de noticias sobre sus familiares. Los que se van huyen del miedo a las réplicas y a brotes de enfermedades mientras el balance oficial de víctimas se multiplica hasta superar los 5.000 muertos y los 10.000 heridos y crecen en la población la indignación y las críticas a la debilidad del gobierno.

La frustración y el enfado comparten terreno con el dolor en la capital nepalí, donde muchos residentes duermen a la intemperie o bajo tiendas de campaña improvisadas. "Esto es un desastre de una escala sin precedentes, ha habido alguna debilidad en la coordinación de la operación de rescate", admitió el ministro de Comunicación, Minendra Rijal. Una autocrítica que llegó al tiempo que el primer ministro, Sushil Koirala, reconocía que el balance de muertos podría llegar a 10.000. La ONU calcula que se requieren 415 millones de dólares en los próximos tres meses para la ayuda más urgente.