Lucila Esther R.D., la mujer de 74 años de edad a la que el 1 de febrero de 2013 intentaron degollar en su domicilio de la calle Oitavén de Poio, identificó ayer "sin ningún tipo de duda" que fue la vecina de Silleda, María Sara Darriba de Jesús, la autora de aquella agresión que casi le cuesta la vida. Lo hizo durante el juicio que se celebra en la Sección Cuarta de la Audiencia de Pontevedra y en el que el fiscal solicita una pena de 7 años de prisión para esta silledense a la que acusa de una tentativa de homicidio.

El Ministerio Público considera que el móvil que movió a María Sara a intentar acabar con la vida de Lucila era cobrar la totalidad de la pensión de viudedad de las Fuerzas Armadas que cobraban ambas desde la muerte del que había sido marido de ambas. Lucila Esther percibía más del 80% de la prestación, por el 8% de la acusada debido al tiempo que ambas habían estado casadas con el fallecido.

Ayer, Lucila Esther relató al tribunal como en la mañana del 1 de febrero de 2013 María Sara se presentó en su domicilio con el pretexto de devolverle unas fotos de sus hijos (o unos discos, esta cuestión no estaba clara en la memoria de la víctima) y que cuando le abrió la puerta la acusada "se abalanzó sobre mí y me degolló". "Yo grité el nombre de mi hijo Jaime, aún sabiendo que no estaba en casa" pero asegura que esto no amedrentó a la acusada que le dijo "ni Jaime ni jaima" y le cortó en el cuello "con un objeto cortante que ella traía en la mano y del que sentí el filo".

A raíz de este forcejeo, la víctima cayó al suelo golpeándose la cabeza y el brazo (se fracturó el húmero) y afirma que perdió la consciencia de forma momentánea. La agresión ya se produjo dentro del domicilio, entre el pasillo y la cocina. Cuando despertó, afirma que la agresora ya se había ido.

El abogado de la defensa señaló que si el atacante hubiera tenido intención de acabar con la vida de la víctima podría haberlo hecho fácilmente, cuando estaba inconsciente, a lo que esta septuagenaria de Poio respondió que cree que no lo hizo "porque me dio por muerta". Luego recuperó la consciencia y logró reunir fuerzas para llamar por teléfono a la empresa de sus hijos, que acudieron en su ayuda con el 061.

La acusada, sin embargo, niega este relato de los hechos. Afirma que esa mañana ni tan siquiera se desplazó a Pontevedra desde Silleda en donde vive y que estuvo en su domicilio, en cama, porque le dolía la espalda. Después comió normalmente con su hija y su padre, declaró. Negó que en el momento de los hechos tuviera problemas económicos y también vio "lógico" que la víctima cobrase más pensión que ella pues estuvo casado con su marido muchos más años. "Nunca me interesé por el dinero que cobraba ella ni por nada". Lo que no supo explicar a una pregunta de la acusación particular es por qué un repetidor de telefonía de A Caeira es el que registra la señal de su móvil la mañana en la que se produjeron los hechos. Insiste en que ese día ella no se movió de Silleda.

No había mala relación

María Sara, de 57 años, colaboraba con la empresa del entonces marido de Lucila, con quien empezó una relación en el año 2000, cuando todavía estaba casado con la víctima. "La relación ya estaba rota", señaló ayer Lucila, pero esta circunstancia acabó de manera definitiva con el matrimonio. Su marido se divorció y en 2004 se casó con María Sara, falleciendo en 2007. Ambas reconocerion ayer que nunca tuvieron relación de ningún tipo, ni buena ni mala.