Antonio Ángel Ortiz Martínez, de 42 años, detenido ayer en Santander y acusado de ser el pederasta que aterrorizaba al barrio madrileño de Ciudad Lineal, se dejaba ver en las redes sociales luciendo músculo. Además de las mujeres menores "de escaso desarrollo físico", le gustaban el culturismo y las artes marciales. Gracias a su condición física, este hombre de aspecto juvenil, moreno y con mechas rubias -con una novia que tiene un hijo de ocho años- se dedicaba a cobrar deudas en un negocio de compraventa de coches, con extorsiones y amenazas de por medio. Ortiz, considerado "el enemigo público número uno", está acusado de cinco abusos sexuales consumados a menores y de otros tres intentos en poco más de un año. No han sido sus primeros delitos: tiene un amplio historial que incluye secuestros, detenciones ilegales y violencia de género. En los años 90 fue condenado por agredir sexualmente a una niña de seis años. Relacionado con el crimen organizado, conocía bien las técnicas policiales.

Y ayer pudo asistir a un despliegue de ellas. Estaba amaneciendo y aún dormía, vestido con un chandal negro y sobre un sofá blanco, en una casa de la calle Bajada de San Juan de Santander. Era la casa de su tío. Ortiz, definido ayer como un "depredador sexual" o "pederasta serial", se había trasladado a la capital cántabra ante la alarma que sus acciones habían desatado en Madrid. El supuesto depredador sexual de Ciudad Lineal llevaba a sus víctima a una vivienda, vacía y propiedad de su madre, en la calle Santa Virgilia de Hortaleza. Este piso está a cinco minutos en coche de Ciudad Lineal.

Desde hace quince días era controlado en su refugio de Santander por la Policía las 24 horas del día. A las 7.30 horas, cuarenta policías, cuarenta sombras negras, incluidos efectivos de los cuerpos especiales (GEO), derribaron la puerta de la casa, se le echaron encima y lo sacaron esposado y con la cabeza cubierta. Ayer noche el "enemigo público número uno" estaba en las dependencias de la Jefatura Superior de Policía, en Madrid, y el viernes será puesto a disposición judicial. La delegada del Gobierno en la capital, Cristina Cifuentes, preveía "muchísimos años en prisión"para Ortiz dado que "hay pruebas afortunadamente muy incriminatorias".

Hasta dar con el hombre más buscado de España, la policía tuvo que encajar un puzzle gigantesco. Fue una investigación de una dificultad "sin precedentes", dijo ayer el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz. Los agentes no sólo tuvieron que hablar con las niñas de las que abusó, sino también visionar cientos de horas de cámaras de seguridad en busca de una pista; cruzaron y comprobaron miles de matrículas y de teléfonos móviles, tomaron declaración a decenas de personas. Pero el rompecabezas no terminaba de tener sentido.

A finales de agosto pasado, los policías encontraron la pieza clave que permitió ayer respirar de alivio a todo el barrio de Ciudad Lineal, aterrorizado desde hace unos seis meses, aunque el primer rapto se cometió en septiembre de 2013. El 22 de agosto, Ortiz aparcó su coche en doble fila en la carretera de Canillas. En el interior iba una de las menores, a la que liberaría una hora después en el barrio de San Blas. La niña no se movió. No protestó. Ortiz entró a comprar a un "chino". Al parecer, era una crema que le costó unos siete euros. Pagó, se fue y la dependienta no llegó a quedarse con su cara. Pero la cámara de seguridad de un banco que hacía cerca captó una imagen del vehículo del pederasta. Y ese fue el día de su perdición.

Siguiendo la pista del coche, los agentes dieron con el negocio de compraventa de vehículos donde trabajaba Antonio Ortiz. Al trabajar en esta empresa, el supuesto pederasta tenía acceso a varios vehículos además del que él utilizaba habitualmente. Gracias a esta facilidad podía raptar a sus víctimas sin despertar sospechas. En ocasiones, no dormía en su vivienda habitual de Hortaleza, sino que pernoctaba en el interior de un coche. Empezaban a aflorar datos. La policía supo también que había puesto a la venta a través de Internet un vehículo con el que, supuestamente, cometió los dos últimos raptos.

Las piezas fundamentales para detener al presunto pederasta han sido tres: la captación de una imagen del coche que usaba y la extracción de una huella en la tienda en la que paró a comprar la crema cuando llevaba secuestrada a una niña, pero también la comprobación de los teléfonos móviles registrados por los repetidores de la zona los días de los raptos.

Y con esta pista, la Policía dio casi por casualidad. La investigación era tan prioritaria y a la vez tan complicada que los investigadores tiraban de cualquier fleco, como por ejemplo la declaración de un comerciante que explicó que un hombre había entrado en su tienda y, al ver que había una cámara -que en realidad no funcionaba- se puso nervioso. Por eso los agentes tomaron huellas y dieron con una identidad. Resultó que la identidad era la misma que correspondía al dueño de un teléfono móvil que había sido captado por todos los repetidores de la zona y en la hora en la que se cometieron los raptos.

Además, la identidad revelaba que era un hombre con numerosos antecedentes, incluida una condena a siete años por agredir sexualmente a una menor de seis años. Ayer detuvieron a ese hombre: Antonio Ortiz.