"No era yo, estaba loca, trastornada, a mi hija yo la quería con locura, era lo mejor de mi vida". Así, entre lloros, la vecina de Lalín, Carmen Reboredo, reconoció ser la autora de la muerte a golpes de su hija Sonia Mouriño y de prender luego fuego a su casa en el lugar de Barcia (Lalín) el 29 de octubre de 2010. Un incendio en el que también perdió la vida un antiguo empleado de 89 años, Amador Vázquez.

Carmen Reboredo exculpó a su marido José Mouriño y aseguró que ella fue la única autora de un crimen que cometió estando "fuera de mí". Según su versión de los hechos sembró de carozos de maíz varias dependencias de la casa en la que dormían, además del matrimonio, su hija y tres personas dependientes (el ya citado Amador Vázquez, su hermano Manuel de 56 años y la madre de la acusada, Erundina Lalín, de 89). También llevó una bombona de butano al comedor de la casa y otra al sótano. Más tarde "cogí la maza y le di a la niña en la cabeza", aseguró. Reconoció que también llevó dos latas de gasolina al interior de la vivienda. Luego le prendió fuego a la casa en el sótano y se acostó junto a su marido, quedándose dormida.

Tanto Carmen Reboredo como su esposo José Mouriño se sentaron ayer en el banquillo de los acusados de la Audiencia de Pontevedra. Ambos se enfrentan a una petición de la Fiscalía de 58 años de cárcel cada uno por dos asesinatos y otros dos en grado de tentativa, pero Carmen insistió en que su marido se encontraba en cama durmiendo mientras ella mató a su hija y le prendió fuego a la casa. A la fiscal, sin embargo, le extrañó que él no se despertase ni escuchase ningún ruido mientras ella realizaba todos los preparativos, sobre todo se preguntó como pudo subir ella sola las pesadas bombonas de butano por las escaleras de la vivienda.

Carmen Reboredo aseguró que su marido se despertó más tarde por el olor a humo que empezó a invadir la casa. "Carmen despierta que hay humo, hay que avisar a Sonia", le dijo. Asegura que en ese momento él entró en la habitación de su hija y al ver que no respondía se acercó y comprobó que la cama estaba llena de sangre. "Yo ahí fue cuando empecé a decirle que me quería matar y él me preguntó que cómo había hecho semejante salvajada".

El relato de José Mouriño coincide con el de su esposa. Él apunta que después de preguntarle a su mujer por qué había cometido el crimen pensó en poner a salvo al resto de los habitantes de la casa. Afirma que despertó a los tres y les dijo que se vistieran que había que salir de la casa. Luego, explica, bajó al sótano para intentar apagar el fuego y al ver que no podía trató de retirar los coches aparcados en el garaje y evitar así que agravasen el incendio. Regresó al interior de la vivienda y al ver que no encontraba a su mujer y que ella no respondía a sus llamadas temió que pudiera haber cumplido su amenaza de que se quería suicidar. "Pensé que se podría haber colgado con una cuerda en el establo y la busqué allí". La encontró en la fosa séptica de las cuadras, a la que según ella se arrojó con la intención de quitarse la vida.

A la fiscal le llamó la atención que Mouriño no hubiera utilizado su móvil para llamar a los servicios de emergencia en todo este tiempo y que tampoco nadie de Protección Civil, los bomberos ni de la Guardia Civil, que comenzaron a llegar a la casa minutos después de que un empleado descubriera el incendio a las ocho de la mañana, escuchase gritos de auxilio por parte del acusado.

Las defensas pidieron la nulidad de la instrucción: además la de Carmen Reboredo alega trastorno mental transitorio por el síndorme del cuidador quemado, ya que la mujer cuidaba en su casa a tres personas dependientes.