El 1 de abril de 2008 Ana María Fernández Barreiro desaparecía misteriosamente. De regreso en coche con su marido y su hijo a su domicilio familiar de Barbate (Cádiz), a esta viguesa de 37 años pareció tragársela la tierra tras discutir con su pareja y adentrarse con él en una zona boscosa de la A-52, de donde solo regresó el hombre. Los intensos rastreos iniciales por la autovía en busca de la mujer concluyeron sin éxito y la causa judicial que llevó a la detención e imputación del esposo se vio abocada al archivo provisional porque pese a las incongruencias de su relato, no había evidencias sólidas contra él y, sobre todo, no aparecía el supuesto cadáver. Pero un hallazgo casual ha permitido dar un impulso a la investigación: un amplio operativo de la Guardia Civil empezó a rastrear ayer el monte de A Cañiza donde el pasado junio apareció un cráneo humano en busca de más restos óseos. Los agentes no descartan otras hipótesis, pero sospechan que ese cráneo podría corresponderse con la desaparecida porque los primeros análisis forenses apuntan a que sería de una mujer.

El cráneo apareció en junio en una pista forestal de A Cañiza del lugar de Oroso, muy cerca de la carretera a Cortegada y a aproximadamente un kilómetro monte a través -con caminos de por medio- de una de las salidas de la A-52. Este resto, hallado fortuitamente por los empleados de una empresa forestal, se envió a analizar a la Unidad de Antropología Forense del Instituto de Medicina Legal de Galicia (Imelga), en Verín. Los primeros análisis todavía no dieron una identificación, pero sí arrojaron que podría pertenecer a una mujer y que no se descartaría que la fecha de la muerte se aproximara a la de la desaparición de Ana María. Así, con la alerta puesta sobre todo en ese antiguo caso, aún sin descartar otras hipótesis, más de una veintena de guardias civiles se desplegaron ayer en esa zona boscosa de Oroso en procura de más restos que permitiesen una plena identificación. Pero al margen de la recogida de varias prendas de ropa que ya se presume que no tengan interés en las indagaciones, la primera jornada concluyó sin éxito, por lo que las tareas seguirán hoy.

Un niño, testigo clave

La viguesa Ana María desapareció en 2008 cuando regresaba a su domicilio andaluz tras haber pasado unos días con su familia en la ciudad olívica. Viajaba en coche con su marido, José Francisco H.M., y con su hijo de 10 años y en una zona de la A-52 entre Ponteareas y A Cañiza hubo una discusión entre el matrimonio. Ella supuestamente bajó del vehículo, él la siguió y, poco después, el hombre volvía solo al turismo, donde le esperaba el niño. Fue precisamente el pequeño, testigo clave, quien contó a la Benemérita estos hechos, que después habrían sido admitidos por el marido de la desaparecida. Pero éste aseguró que su mujer estaba viva cuando la dejó en la autovía: su versión fue que no la agredió y que fue ella quien no quiso regresar con él, por lo que la dejó allí, en la cuneta.

Pese a su explicación exculpatoria, las sospechas recayeron en él. Era con quien estaba la mujer la última vez que se la vio con vida. Pero además tardó un mes en denunciar la desaparición y habría incurrido en incongruencias en su relato, ya que dio distintas versiones sobre el lugar donde dijo haber dejado a su esposa aquel 1 de abril: llegó a afirmar que la mujer se había quedado en la céntrica "plaza de los caballos" de Vigo, rectificando después.

La causa que abrió en su día el Juzgado de Violencia sobre la Mujer de Vigo derivó en la imputación del hombre. El juez lo citó a declarar y él no compareció, por lo que se dictó una orden de busca y captura que llevó a su arresto en Barbate. Pero tras ser interrogado, quedó en libertad y la causa fue finalmente sobreseída provisionalmente en 2009 por la falta de pruebas sólidas y porque no había cadáver. Ahora, años después, la investigación se reactiva.