Una viguesa declaró ayer en el Juzgado Penal 3 de Vigo que ella misma se autoflagela para exculpar a su marido de malos tratos. Pero el juez no se creyó su versión, ya que una vecina vio al acusado insultar y dar puñetazos a su mujer en un callejón próximo a su casa de Alcabre el 3 de junio de 2011, y otra oyó gritos y quejidos y alertó a la Policía. Además, la forense sostuvo que si bien algunos golpes -causados con un bastón, palo o cinturón-, pudo provocárselos la mujer, los que tenía en el centro de la espalda habían sido infligidos por otra persona. Al finalizar el juicio, el magistrado condenó in voce al marido a 6 meses de prisión y también le impuso una orden de alejamiento de año y medio, tiempo en el que tampoco podrá comunicares con su mujer. Ambos, un matrimonio sexagenario, abandonaron juntos el edificio judicial acompañados de su abogada.

El acusado Casimiro L.R. negó en su declaración los malos tratos e insistió en que nunca insultó ni pegó a su mujer, y se mostró sorprendido cuando el juez le enseñó las fotos de su mujer con las lesiones: unos moretones de 17 y 15 centímetros en brazos y espalda. Aseguró que ni se había enterrado, porque ella "va siempre vestida como una monja, de manga larga en invierno y verano", y no duermen juntos. Aseguró que las vecinas que alertaron a la Policía y que ayer declararon haber visto y oído la agresión le tienen "envidia" y tramaron un complot contra él por un problema de herencias, ya que él reside en una casa que le dejó en herencia una mujer a la que cuidó durante años y que era familiar de algunos vecinos.

La víctima, que en su día manifestó a la forense que se había hecho las heridas al caer por una escalera, aseguró ayer que se autoflagelaba con un "bimbio" en la intimidad al sentirse "culpable" de muchas cosas. Explicó que estaba a tratamiento ya que sufre depresión por la crisis. La mujer, que es quien aporta el dinero en la casa, explicó que trabaja todo el día en su negocio, en el que tiene 7 empleados, y que solo vuelve a casa a la hora de comer. El día de la supuesta paliza llegó a la vivienda y se encontró la casa revuelta y se enteró de que su marido había sido detenido. Insistió en que él no tenía nada que ver. Precisamente los agentes entraron en la vivienda porque una de las vecinas temía que ella estuviera muerta en el interior de la casa.

La fiscal no dio validez a la declaración exculpatoria de la víctima, pero rehusó acusarla de falso testimonio porque "tiene un problema" y "ya es una víctima". La defensa del hombre pidió su absolución al considerar que era la propia mujer quien se los autoinfligía y que en su momento no quiso confesarlo por vergüenza.

Aprovechando su turno a la última palabra, el hombre aseguró que sus vecinas habían montado "una película" por envidia; pero el magistrado tampoco se creyó su versión. Al oír que estaba siendo ya condenado en la propia sala, el acusado interrumpió al juez con un: "se está equivocando", pero la sentencia estaba ya dictada aunque, una vez notificada, podrá recurrirse.