Una terrible situación de malos tratos continuados, vejaciones y aislamiento es lo que, a juicio de la teniente fiscal de Pontevedra, Carmen Novo, ha llevado a una joven vecina de Poio a mentir para no incriminar a su presunto agresor, su pareja sentimental desde hace más de 8 años y con el que tiene dos hijos en común. El mismo que ayer se sentaba en el banquillo de los acusados de la Audiencia Provincial. Alberto M. M. se enfrenta a una petición de condena por parte de la Fiscalía de 15 años de prisión (inicialmente eran 20, pero la fiscal retiró parte de la acusación) por los delitos de detención ilegal, maltrato, lesiones y contra la integridad moral. Según Carmen Novo, el acusado humillaba, insultaba y agredía a la víctima, golpeándola con un cinturón reiteradamente en la espalda y con la hebilla en la cabeza, reteniéndola en ocasiones en el interior del domicilio encadenada a las patas de una cama.

La fiscal se enfrenta a este juicio con la gran dificultad de tener que demostrar su tesis sin contar con la prueba más contundente: la declaración de la propia víctima, quien, tras denunciar en su día los hechos que relató el Ministerio Público, cambió después de versión y ayer aseguró al tribunal que "todo eso me lo inventé yo". Ella echó la culpa de que hubiera mentido a su propia familia, pues dijo que la presionaron para que denunciase a su pareja si quería que la acogiesen a ella y a sus hijos en su casa después de que Alberto M. M. fuera detenido en abril de 2009 cuando ambos mantuvieron una "discusión en la que acabó interviniendo la Guardia Civil". Alberto M. M. también había dicho momentos antes que la familia de la víctima apenas la había ayudado "ni se había preocupado de ella", insinuando que nunca habían aprobado su relación (él es de etnia gitana y ella no).

El acusado aseguró que aquel 8 de abril de 2009, día en el que acabó detenido, tan solo tuvo un forcejeo con la víctima. Insistió al tribunal en que él nunca golpeó, humilló o encadenó a su pareja a una cama. También negó que le hubiera propinado latigazos en la espalda con un cinturón o que le hubiera obligado a beber líquido de fregar el suelo. "Ni hablar, nunca le haría eso", dijo ayer en el juicio.

Ante estas respuestas, ambos, supuesto agresor y víctima, tuvieron que ofrecer explicaciones al tribunal acerca de las múltiples cicatrices que presenta esta mujer por todo el cuerpo y que, según los forenses, coinciden casi al milímetro con las lesiones y agresiones que les relató la víctima antes de que cambiara de actitud y retirase la denuncia.

Según explicaron, a lo largo de su vida esta mujer sufrió un gran número de percances que llenaron su cuerpo de marcas. Afirman que las múltiples cicatrices que presenta en la espalda se las produjo a los 13 años cuando iba en bici y fue arrollada por un coche. Tiene también cicatrices por arma blanca, una de ellas que se habría producido al intentar quitarle un cuchillo a su hijo cuando este pelaba una fruta. Las peritos forenses también explicaron al tribunal que "existe una huella psicológica compatible" con el relato de malos tratos.