Visto para sentencia. El juicio por el secuestro exprés en noviembre de 2009 de Saray Seoane, ejecutiva del astillero vigués MCíes –del que era administrador su padre–, concluyó ayer en la Sección Quinta de la Audiencia con sede en Vigo.

El fiscal –que pide penas que suman 27 años– y la acusación particular –que las eleva a 37,5–, mantuvieron su petición de condena para los tres acusados: el delincuente habitual Carlos Sánchez Amoedo; Francisco Pascual y su hijo Óscar. Estos dos últimos fueron durante varios años compañeros de trabajo de la víctima y pertenecen a una familia socia del astillero que reclamaba vender sus acciones por una cantidad similar a la exigida en el secuestro, 2 millones de euros que no llegaron a pagarse ya que tras 20 horas de captura soltaron a la joven en una cuneta de la Vía Rápida de O Salnés. Las defensas, por su parte, exigieron la absolución de los tres acusados y la nulidad de actuaciones por supuesta vulneración de derechos.

Los hechos están claros pero las pruebas no son tan contundentes para las defensas como para las acusaciones. No hay dudas de que la joven fue secuestrada por tres encapuchados el 26 de noviembre de 2009 a las puertas del astillero, que la maniataron y la trasladaron a un galpón de O Grove propiedad de la familia Pascual, que la mantuvieron encapuchada amarrada a una cama durante casi 14 horas, que la amenazaron con una jeringuilla diciendo que iban a contagiarle el sida, que le metieron una pistola en la boca amenazándola de muerte antes de pasarle con su padre para pedir un rescate que no llegó a pagarse y que la tiraron en una cuneta de la Vía Rápida de O Salnés todavía maniatada de madrugada.

El fiscal y el abogado de la víctima consideran "sólidas y contundentes" las pruebas contra los tres. En el caso de Carlos Sánchez, su ADN se encontró mezclado con el de Saray Seoane en las bridas que la maniataban; la prueba de voz le señaló como autor de la petición de rescate; en su ordenador se descubrió que cinco días antes había buscado información sobre secuestros exprés, y en su messenger se encontró un anuncio de venta de dos de las joyas robadas a la víctima.

En el caso de Francisco y Óscar Pascual algunas pruebas se cayeron durante el proceso, como que las huellas de Óscar estaban en las tenazas con las que soltaron a la joven. El rotundo reconocimiento de voz de Saray sobre Francisco por su "carraspeo", nada más quedar en libertad, así como el de Óscar, que se incluyó cuatro meses después, son pruebas suficientes para las acusaciones, pero no para la defensa de padre e hijo que considera que la víctima "adaptó y modificó su testimonio según iba conociendo datos de la investigación". Tampoco en el caso de los Pascual las pruebas de ADN los incriminan directamente, según su defensa, que cuestionó también las periciales de voz y aseguró que hay "autores sin identificar". "Las pruebas demuestran que se retuvo a la víctima en el galpón de la familia, al que tenían acceso muchas personas, pero el secuestro se cometió sin el conocimiento y el consentimiento de estos dos acusados". Francisco Pascual fue el único que hizo uso de su derecho a la última palabra: "Soy inocente como ha quedado demostrado. Estos hechos van en contra mis de convicciones morales".