En la intimidad. Así quiso la familia de Javier López López que fuese su funeral. Antes de que diesen las once de la mañana, el cuartel de Lonzas de A Coruña se llenó de uniformes, de personas que se abrazaban e intercambiaban pésames y consuelos, de idas y venidas, de lágrimas y de recuerdos, los que dejaba impresos en las memorias de sus compañeros y vecinos el agente de 38 años al que, todavía sin querer creérselo del todo, iban a despedir.

El policía nacional Javier López falleció la madrugada del viernes, casi por la mañana. Estaba de patrulla con un compañero, aunque vestidos de paisano, cuando los dos bajaron a la playa del Orzán a ayudar al estudiante que estaba en el agua y no conseguía salir. Su cuerpo, el del agente López, fue encontrado a las nueve de la mañana, tres horas y media después de que participase en la cadena humana que intentó sacar al universitario eslovaco del ir y venir de las olas. No así los de los otros dos agentes que participaron en las tareas de rescate ni el del joven Tomas Velicky, que siguen desaparecidos.

El ministro del Interior, Jorge Fernández, impuso ayer al agente fallecido la máxima condecoración del Cuerpo a los caídos en un acto de servicio, la medalla de oro al mérito policial. A los pies del féretro descansaba un ramo de flores con el nombre de la mujer del fallecido y, sobre la caja, una gorra de plato, la bandera de España, la insignia y su cajita, que fueron entregadas a la familia.

Al acto de despedida acudieron, además del ministro del Interior –en representación del presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, que pidió estar informado "al minuto" de todas las novedades del caso–, el presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo; su homólogo en la Diputación, Diego Calvo, y miembros del Gobierno local coruñés y de la oposición. Hasta el cuartel de Lonzas se desplazó desde Madrid el capellán mayor del Cuerpo Nacional de Policía, Jesús Ángel, que ofició el funeral en el que autoridades, amigos, familiares y vecinos dieron el último adiós a la víctima. A las dos y media de la tarde, la comitiva fúnebre partió hacia A Fonsagrada (Lugo), de donde procede la familia del agente fallecido. A las cinco y media de la tarde, el joven recibió sepultura en el cementerio lucense de Lamas de Moreira.

"Ninguno de los que vamos a jugar la partida podemos decir nada malo de él, nunca le vimos un mal gesto", explicaba ayer uno de los clientes del mesón de la familia del fallecido, el Miña terra, que está en la calle Rafael Bárez Vázquez. A las puertas del improvisado tanatorio, el cuartel de Lonzas, se quedaron también representantes de la asociación de vecinos y residentes en la zona, que querían transmitirles a los familiares su pesar por la muerte de uno de los suyos.

Lágrimas

Algunos de los compañeros se preguntaban, entre lágrimas, caras largas y tras las gafas de sol, qué habrían hecho ellos si se hubiesen visto en la misma situación que sus compañeros. Algunos tenían claro que no se tirarían al mar en plena alerta naranja. Otros, sin embargo, entendían que tanto el agente fallecido como los dos desaparecidos hubiesen antepuesto la posibilidad de rescatar al joven eslovaco a su seguridad .

El embajador eslovaco, Jam Skoda, quiso unirse también a la celebración religiosa para agradecer personalmente a la familia del fallecido que el agente hubiese participado en las labores de rescate del joven Tomas Velicky. El ministro del Interior aseguró que Skoda compartía el dolor de los gallegos por esta tragedia.

A pesar del ir y venir de autoridades –asistieron, entre otros, el delegado del Gobierno, Samuel Juárez, y el jefe superior de Policía, Luis García Mañá– el funeral se celebró en la intimidad del salón de actos del cuartel de Lonzas, en el que había unas 200 personas. El agente estaba casado y no tenía hijos.