Ramón Fernández es el recluso que en febrero de 2009 mató a la joven prostituta brasileña María Socorro Da Silva y arrojó su cadáver al río, el reo que puso trabas a la justicia con versiones falsas, el hombre temeroso de sí mismo que intentó suicidarse tres veces durante su estancia en prisión. Ahora parece haber aceptado su situación. "Ahora ya no sufre el shock más o menos lógico del ingreso y ha asumido su condena, está estabilizado y no genera ningún problema. Tiene otra obsesión", admiten en el centro penitenciario de Pereiro de Aguiar. Desde su mundo entre cuatro paredes, Ramón busca remedio para la enfermedad de su hermana. Por carta, el vecino de Cenlle (Ourense) condenado a 12 años y medio por asesinato se ofrece a donar vida a su familiar necesitada de un riñón y realiza un llamamiento urgente para que se priorice la intervención.

El reo comienza una misiva dirigida a FARO, "preocupado por mi hermana, que necesita urgente un trasplante". Él también espera una cirugía, confirman en Pereiro, donde prometen dar todas las "facilidades" según el criterio de prioridades y las listas de espera que establezca el Sergas. "A mí me hicieron todas las pruebas, mis riñones son compatibles y tenemos el mismo grupo sanguíneo, por eso no comprendo por qué no le hacen el trasplante, cada día está peor", se duele el condenado.

Ramón sugiere que su historia criminal le resta posibilidades a su hermana y le tributa un agradecimiento en el escrito. "Hemos molestado a gente importante en la calle para que nos ayudasen, pero todos dan buenas palabras pero no hacen nada. Yo a mi hermana siempre le estaré agradecido pues ella nunca me dio la espalda y siempre me apoyó en todo, por eso me gustaría ayudarla", termina.

Este vecino de Cenlle ha exteriorizado una personalidad de varias aristas desde que cayó detenido por el asesinato de María Socorro. Confesó, lo negó, trató de involucrar a un vecino. Su defensa trató de evitar una condena de cárcel apelando a problemas de tipo mental. Pero Ramón se autoinculpó definitivamente. El día del juicio despejó las dudas. El imputado resultó tan convincente que ni el fiscal ni la acusación particular pusieron reparos. No hizo falta continuar el juicio. El condenado pidió perdón a la familia de la víctima, se confesó autor y pidió disculpas públicamente: "Daría todo lo que tengo", dijo, "para volver atrás". Pero ya no podía. Para mitigar su crimen, puso su patrimonio a disposición de la familia. Entregó una primera cantidad de dinero y cada mes, desde que fue condenado, envía parte de su pensión –350 euros– a Brasil, donde reside con pocos recursos la familia de Socorro.

El asesino de Cenlle, casado cuando ocurrieron los hechos, encontró a la joven prostituta en la sección de contactos de un periódico local. El 10 de febrero de 2009 recogió a la muchacha en su casa de Ourense y la llevó con él a Cenlle. Allí mantuvieron relaciones sexuales. Al terminar, los dos bajaron a la bodega y empezaron a discutir por la cantidad que Ramón debía pagar. Socorro quería 400 euros, según él, y no podía darle más de 150. La chica amenazó con contarle las relaciones a su mujer y el condenado cometió el crimen.

Con una escopeta le disparó dos veces. La joven recibió un primer tiro en el pecho descerrajado a una distancia inferior a metro y medio. El asesino no tuvo clemencia con la joven brasileña y la remató con un segundo cartucho alojado en la nuca. Tras el crimen, el condenado arrojó el cadáver al río, donde después sería encontrado.