Mónica Juanatey abandonó su Noia natal en marzo de 2008. En la localidad coruñesa dejó a su pareja sentimental, con quien proyectaba casarse, y a su hijo César, de 9 años y nacido de una relación anterior. La explicación que dio es que iba a buscar un trabajo, pero la realidad era distinta. Mónica tenía un cibernovio y viajó a la isla para reunirse con él. Su pequeño hijo no tenía cabida en su nueva vida, por eso cuando sus padres se lo enviaron el 1 de julio de 2008 le pidió que la llamara tía, y se lo presentó a su nuevo novio como un sobrino que había acudido a pasar unos días con ellos.

A los diez días lo mató. Ahogó al pequeño César en la bañera de la casa, plegó su cuerpo y lo metió con sus escasas pertenencias en la maletita roja con la que sus abuelos lo mandaron allí. No está claro si sus padres le dijeron que no podían hacerse cargo de él o, como se afirma en el entorno familiar, ella exigió que se lo enviasen "sólo por hacerles daño". Y es que inicialmente Mónica dejó a su hijo con su pareja en Noia. Según contaba sobre su novio en un foro: "está muy raro y mosqueado porque me he venido a trabajar. Cuando se lo dije le pareció bien, pero ahora se da cuenta de lo que es estar todo el día con el niño y no tener libertad para hacer lo que le da la gana".

Así, relató a sus amigas que su novio le dio un ultimátum mediante un sms: "Quiero que te vuelvas este mes o me das una dirección para mandarte al niño y cuando vuelvas no estaré". Su respuesta fue que se lo dejara a su madre y ya lo recogería ella. En mayo de 2008 Mónica regresó a Noia, anuló su compromiso matrimonial, dejó al niño con sus padres –como había hecho otras veces– y regresó a Mahón.

El 1 de julio de aquel año el pequeño César emprendía su primera y última gran aventura. Dejó Noia, la localidad en la que había vivido siempre, y sus abuelos le acompañaron hasta Santiago, allí tomó un avión para reunirse con su madre en Menorca. Era el principio del fin de su corta vida. Diez días después su madre lo ahogó en la bañera, si bien se han ordenado exámenes de toxicología para constatar si fue sedado previamente. En caso contraio el menor se habría defendido.

La noiesa metió el cadáver en la maleta, junto a sus ropas, un juego de cartas de rol, un reloj y un estuche con material escolar, y la ocultó en una zona boscosa. Después cortó todo contacto con sus padres, con quienes mantenía una relación conflictiva, y reanudó su vida normal, aunque mantuvo vivo a su hijo de forma virtual en Internet y en las redes sociales a las que era muy aficionada. Así informó a sus amigas de que "el niño hizo la comunión y lo pasó muy bien. Una merienda con cinco amiguitos que conoció en el colegio". Envió, a través de intermediarios, fotos del niño a los abuelos fingiendo que estaba vivo, y conmovió a sus compañeros menorquines contando cómo había perdido un hijo en un accidente. Además, se hacía pasar por el niño en internet. Por eso su familia cree que fue un asesinato premeditado.

El crimen se descubrió dos años después. Una pareja de turistas localizó el pasado mes de noviembre la maleta y su macabro contenido. El plumier, con su nombre e iniciales, dieron la pista para identificarlo. Agentes de la comisaría de Vigo descubrieron que un niño de iniciales iguales, vecino de Noia, no había renovado el carné de identidad. Sus abuelos explicaron que el pequeño estaba en Menorca con su madre, pero Mónica les aseguró que estaba en Galicia. La parricida vuelve a iniciar ahora una nueva vida, aunque entre rejas. Su novio de Menorca ya ha dicho que la quiere y está dispuesto a esperarla.