Una bolsa de plástico azul atada a la rama de un árbol que marcaba el lugar por el que Manuel Pérez Portela debía entrar en la finca que querían venderle; un peñasco tras el que se ocultó el asesino que le disparó desde seis o siete metros un tiro en la frente sin que siquiera la víctima llegara a verle; un casquillo de una carabina del 22 y, finalmente, varias colillas de cigarrillos tiradas en el suelo y cuyo análisis no llevó a las fuerzas de seguridad a ninguna parte, forman parte del escenario en el que se encontró el cadáver del conocido empresario de O Rosal, de 69 años, en un antiguo vertedero del monte de Torroso, en A Guarda, el 11 de enero de 2003.

Casi 8 años después el caso sigue sin resolverse. Lo que está claro es que a Manuel Pérez Portela le tendieron una emboscada que se preparó durante dos meses mediante llamadas telefónicas. El cebo fue una finca que alguien quería venderle pero que la víctima no estaba interesada en comprar. Tras varias llamadas el vendedor, que nadie sabía quien era, le convenció para verse y mostrarle la parcela apelando a los contactos del fallecido por si podía hacerle un favor ya que le urgía la venta.

La primera cita fue la víspera de fin de año de 2002. El empresario acudió al lugar acompañado por su mujer, y eso pudo salvar su vida aquel día. El vendedor no apareció, aunque después le llamó para disculparse. No acudió porque iba en moto y llovía mucho.

Días después concertaron un nuevo encuentro. El 12 de enero de 2003, Manuel Pérez se trasladó en su coche a la finca de Torroso. Dejó su vehículo cerrado a 200 metros y se adentró en el lugar marcado por la bolsa de plástico. Poco después, a la hora de la comida, su mujer y sus cuatro hijos se preocuparon por su tardanza. Le llamaban al móvil pero nadie respondía. Sabían a dónde había ido y uno de sus hijos salió en su busca. Encontró el coche y llamó a su hermano para recorrer el monte. Poco antes de las tres localizaron su cuerpo.

Esta muerte, cruel e inexplicable, conmocionó O Rosal, donde la víctima poseía una firma especializada en excavaciones, saneamientos y construcciones que hoy regentan sus hijos. Las numerosas pistas seguidas por la Guardia Civil, que creía en una rápida solución del crimen, no han sido suficientes para dar con el homicida.

El asesino, tras el certero disparo, se llevó la cartera del empresario y un sobre con 100.000 pesetas que llevaba para pagar unos palés de vino, aunque el robo fue descartado como posible móvil del crimen. También le quitó las llaves del coche y las arrojó por un terraplén de unos 15 metros, donde fueron recuperadas. Días después la Guardia Civil encontró debajo de una piedra, en la misma zona, el teléfono móvil de Manuel Pérez Portela.

El rastreo de las llamadas recibidas por la víctima permitió ubicar las realizadas por la persona que pretendía venderle la finca en distintas cabinas telefónicas públicas. La última se realizó desde una tienda próxima a la casa del empresario el mismo día de su muerte, cuando concertaron la cita.

La Guardia Civil localizó a tres personas que habían utilizado el teléfono público de la tienda y se centró en uno de ellos. Curiosamente la mujer de este hombre le habría llamado al móvil entre la una y la una y media de la tarde de aquel fatídico día, coincidiendo con la hora del asesinato, porque se retrasaba para comer.

Su interrogatorio tuvo lugar tres meses después en el cuartel de la Guardia Civil. Admitió que en una ocasión había tenido una carabina para "matar un can"; no recordaba si había usado el teléfono de la tienda aquel día, pero negó haber hablado con Pérez Portela, con quien aseguró nunca mantuvo contacto más allá de saludarse como vecinos. La mujer de este hombre tampoco recordaba si el día del asesinato le llamó porque no estaba en casa, pero ratificó que era sábado y habían comido juntos en su domicilio.

Los investigadores descubrieron que el sospechoso había tenido un roce laboral con el empresario por un vertido de hormigón en una obra. Pérez Portela se quejó a su jefe, que tiempo después le despidió. Un posible móvil de asesinato que para la familia del empresario resultaba poco convincente. Pasado ya un año del crimen la juez de Tui ordenó el registro del domicilio del sospechoso y de su hermana para buscar el arma, pero no se encontró nada. El 30 de enero de 2006 la juez decretó el archivo provisional del caso hasta que "se revelen nuevos datos que permitan avanzar la investigación". Desde entonces, nada se ha avanzado.