"Acabábamos de comer al lado del río [Tea] y decidimos ir a dar una vuelta en el todoterreno de Eleuterio". Así comienza Leonardo González, un universitario de 19 años residente en A Ramallosa, el relato de una "aventura" que a punto estuvo de costarle la vida. El pasado domingo, él, su primo Eleuterio Estévez –un conocido empresario del transporte vecino de la zona– y dos amigos de la familia, Jesús Alberto Daconte y Víctor Rodríguez, vivieron una experiencia que difícilmente podrán olvidar.

Montados en el UMM con Eleuterio al volante, los cuatro emprendieron una ruta a través de pistas forestales y caminos sin asfaltar. En un momento dado, al ir a coger una curva el conductor no giró lo suficiente y el vehículo se salió de la pista hacia un precipicio, por el que comenzó a caer dando vueltas de campana. "Yo cerré los ojos y me agarré a donde pude. Me di muchas veces contra el techo, lo que me provocó cuatro chichones en la cabeza". Leonardo no tiene conciencia del tiempo que el todoterreno estuvo cayendo. "Sólo sé que me sentí como dentro de una lavadora, sin parar de dar vueltas".

Fueron 50 metros, pero podrían haber sido 20 más si el UMM no se hubiese quedado enganchado por una rueda entre dos árboles. Cuando sintió que el coche paraba, Leonardo abrió los ojos. "Pensé que todo había sido un sueño. Pero no". Él era el único que permanecía dentro del vehículo. Salió como pudo, con miedo a que el coche siguiese cayendo. "Vi que Víctor estaba muy cerca. La pierna le sangraba mucho y estaba asustado", afirma. Aun así, tuvo la suficiente sangre fría como para hacerse un torniquete con la camiseta de Leonardo.

"Luego empecé a gritar llamando por Eleuterio y Jesús Alberto. Al final éste contestó desde el río", relata. El conductor se había precipitado al agua. De allí lo rescató Jesús Alberto, para después sentarlo sobre una piedra, todavía semiinconsciente.

"Lo primero que pensé al ver donde estábamos es que no nos iban a encontrar en la vida. Incluso barajé formas de salir de allí, yendo río abajo hasta encontrar alguna casa", explica Leonardo. Afortunadamente tenían cobertura. Él llamó a su madre y Víctor a su padre, quien en un primer momento no daba crédito a lo que le estaban contando. Vecino de la zona, el hombre les preguntó dónde se encontraban y más o menos fue adivinando el lugar aproximado del accidente.

Luego, Leonardo llamó al 112 e intentó darles el mayor número de pistas posible. "Como no eran capaces de localizarnos, les dije que rastreasen la llamada. Me contestaron que eso sólo pasa en las películas", recuerda riéndose.

Los primeros en llegar, más de media hora después del siniestro, fueron el padre de Víctor y el hermano de Eleuterio, quienes tuvieron que bajar la pendiente de la orilla contraria y vadear el río. Ellos les dieron las indicaciones pertinentes a los agentes del Seprona, que aparecieron en motos de montaña. También corrieron a ayudar cuatro familiares, y poco después una decena de vecinos. Entre todos se organizaron para comenzar la evacuación, que se dilató a lo largo de casi tres horas.

Como las ambulancias tuvieron que permanecer aparcadas en la entrada de la pista, los sanitarios –calzados con zuecos– tuvieron que caminar casi 1 kilómetro hasta el lugar en el que se encontraban los heridos. Los familiares de los accidentados les ayudaron a transportar el equipo médico y la camilla, en la que, una vez abajo, tumbaron a Eleuterio asegurándolo con varios cinturones. Posteriormente se organizó una cadena humana para ir subiendo al herido, a quien una vez arriba condujeron a la ambulancia, mientras servicios de emergencia, vecinos y familiares volvían a bajar para continuar el rescate de los otros tres accidentados.

El segundo en subir fue Víctor, también en camilla pero asegurado esta vez con una cuerda amarrada al Patrol de los bomberos. "Jesús Alberto y yo subimos por nuestro propio pie, ayudados por un guardia civil y un vecino", explica Leonardo. "Cuando llegamos arriba nos montaron en el todoterreno de los bomberos hasta las ambulancias. Iba dando tumbos, así que pregunté si no podría voltear. ´Esto no voltea´, me respondió uno. Ya, también decía Eleuterio lo mismo y mira...".

Al conductor lo trasladaron al Hospital Meixoeiro de Vigo en helicóptero y posteriormente lo ingresaron en el Hospital Xeral. A este último centro llegaron los otros tres ocupantes en las ambulancias. "Me hicieron una placa y me pusieron un collarín", relata Leonardo. Un día después del accidente está ya en casa, todavía algo asustado y muy magullado. Jesús Alberto también ha sido dado de alta. Eleuterio permanece en observación, con fracturas costales y la pelvis abierta, y Víctor está en Traumatología, con destrozo muscular en una pierna. Los cuatro volvieron a nacer la tarde del domingo.