Jornada de dolor en Pazos de Borbén. Un centenar de personas arroparon a la familia del niño de dos años de edad muerto a consecuencia del ataque de un perro de raza pit bull durante el sepelio del menor, que tuvo lugar ayer por la mañana en la parroquia de Xunqueiras. Los jóvenes padres del pequeño Iván y los abuelos, rotos por el sufrimiento, recibieron el apoyo de allegados y vecinos, todavía consternados por lo ocurrido el pasado sábado cuando la víctima, que en esos momentos estaba al cargo de su abuela, jugaba con sus dos primos en la finca donde sucedió el fatal siniestro. La Guardia Civil y el juzgado de guardia de Redondela se han hecho cargo de la investigación, tendente a aclarar si el can cumplía la normativa de animales peligrosos y si existe alguna responsabilidad por parte de la familia en el trágico desenlace. Por el momento, dado los momentos de sufrimiento por los que están pasando, no se han iniciado los interrogatorios a los familiares y también se está a la espera para la práctica de otras diligencias. "Estamos aguardando al momento adecuado y oportuno", informaron fuentes del Instituto Armado.

Durante la misa y el sepelio hubo momentos de gran dolor. Las lágrimas afloraron en casi todos los presentes, pero los instantes más duros se vivieron cuando el cuerpo del pequeño recibió sepultura. El sobrecogedor silencio se rompió primero por el plañir de las campanas y después por los lloros y desgarradores gritos de la madre del niño, derrumbada por lo ocurrido y que en muchos momentos tuvo que ser asida por su esposo y otros allegados. Aunque el siniestro ocurrió en la vivienda de los abuelos en la parroquia de Mosteiro, el sepelio tuvo lugar en Xesteiras, donde, según relataban ayer varios vecinos, los padres del menor –que no tienen más hijos y que habitualmente residen en Vigo– están construyendo una casa.

El suceso se producía a última hora del sábado cuando el fallecido jugaba con sus dos primos de dos y cuatro años. Tras las graves mordeduras asestadas por el perro, que se encontraba en un cercado cerrado construido con hormigón y madera, la abuela salió con su nieto herido en brazos para pedir auxilio a los vecinos. El abuelo del menor mató al can ahorcándolo en el mismo lugar del ataque y horas después un lacero recogía al perro para que después fuese sometido a una necropsia. "Siempre escuchaba a los niños jugar; los abuelos los trataban muy bien, tienen que estar rotos", afirmaban ayer varios vecinos.