A la localidad pontevedresa de Baiona volvió a encogérsele ayer el corazón.Los frecuentes ataques de los piratas todavía no tienen acostumbrados a sus vecinos a la angustia de no saber qué ocurre con sus marineros a bordo de los atuneros vascos.En esta ocasión son dos los baioneses que se encuentran a bordo: el contramaestre,Agustín Cedeira, y el maquinista, Miguel Blach. La tensión era evidente en el barrio de A Laxe,donde reside el primero con su familia. Su mujer, Alexandra Campuzano, relataba ayer el sinvivir de las primeras horas de la mañana. "Lo escuché por la radio a las ocho y me puse muy nerviosa hasta que me llamó Agustín a media mañana y me dijo que todos estaban bien y que ya navegaban por aguas seguras", explicaba. Los agentes de seguridad contratados por la compañía armadora resultaron cruciales, según el testimonio de los marineros. "Agustín dijo que los guardias lo tenían todo controlado y que los habían escondido a todos en las bodegas del barco antes de que se produjese el ataque", añadía Alexandra a las puertas de su domicilio,donde se encontraba también su cuñada y hermana de Agustín, Emilia Cedeira, que mostraba también su preocupación por lo ocurrido. "Te da un vuelco el corazón cuando escuchas estas noticias", decía. Emilia no sólo sufre por su hermano. Tiene un hijo embarcado en Madagascar. "Se vive en tensión,pero desde que llevan vigilantes estoymuchomás tranquila", comenta.

Incertidumbre en los hogares

María Jesús Italiani, la esposa del jefe de máquinas del buque ,también se mostraba agradecida a los vigilantes contratados por la compañía armadora. "Gracias a ellos lo pueden contar porque allí las cosas no están muy agradables", señalaba ayer en su casa, donde relataba la llamada tranquilizadora de sumarido. La situación resulta difícil para los familiares de los tripulantes de los atuneros. "Vivimos en la incertidumbre. Nunca cuentas que le vaya a tocar a los tuyos,pero a veces pasa.En esta ocasión, el Albacán no era el único barco que se encontraba en la zona,pero le tocó", añadió